EL AMIGO CHARLIE
Charlie es una cabeza, parte de un
esqueleto humano, que mis hijos encontraron accidentalmente cuando
caminaban por un desolado chaki naani de
mi recordado pueblo. Lo recogieron con miedo y lo trasladaron a casa, aun
sabiendo o creyendo que nosotros, sus padres, nos íbamos a enojar. Sin embargo
cuando llegó Charlie oculto en una bolsa de papel, naturalmente tuvimos
sorpresa y cierto temor, pero luego de un pequeño concejo familiar convenimos
hospedarlo en algún espacio de la vivienda. No sabemos a ciencia cierta, si es varón o
mujer, pero por sus facciones fuertes y masculinas, mis hijos decidieron
llamarlo Charlie, en recuerdo a un amigo que conocieron en las vacaciones en la
ciudad de Lima, pero un infame accidente de tránsito lo llevó a la lejana morada de los dioses.
Mientras tanto Charlie, se había
ganado mucho respeto y cariño. Amigo y compañero de mis aún pequeños hijos. Por
el simple hecho que fue alguna vez hombre, le teníamos todas las consideraciones
que a cualquier mortal le debemos tener. Además algunas visitas nos iban
ilustrando las bondades de su presencia, nos comentaban que era el mejor
guardián de la casa, que mientras él esté aquí, jamás sufrirán robos y pérdidas.
Sin embargo había que atenderlo, limpiarlo y asearlo, dejarle sus caramelos,
cigarrillos, la piksha con su coquita, el puru con su cal y el reconfortante
washku, pero sobre todo conversarle, agradecerle por su compañía y por los
cuidados que tiene con la casa.
Con el tiempo, a su alrededor, fueron
aumentando algunos elementos y hábitos, le añadimos sus cubiertos, algunos
juguetes, una pipa y otros accesorios que quizás en vida utilizó. Luego
añadimos hasta una piedrecita de río, redonda y bonita, para que la arroje a
los ladrones que osen entrar a robar, la que trajimos de los alrededores en
donde lo encontraron. Igualmente otros huéspedes nos aconsejaron que lo
llevemos a la iglesia a escuchar las celebraciones litúrgicas, subirlo a la
azotea para que observe el hermoso paisaje serrano que seguramente en vida
disfrutó.
La presencia de Charlie nunca nos
produjo temor. Definitivamente es un espíritu bueno, a veces en nuestra
ausencia los vecinos lo ven recorriendo el jardín exterior. También nosotros lo
hemos visto transitando en el pasadizo o en ciertas noches lo escuchamos acomodando
los muebles produciendo fuertes bullicios. Hoy Charlie sigue en su cornisa, con su
mirada firme y vigilante, con su chullo andino y toda una parafernalia que poco
a poco ha ido almacenando en todo este tiempo. Siento al amigo Charlie seguro
de sí mismo, posesionado, resuelto y decidido a quedarse como el verdadero
dueño de casa. Mientras nosotros, los supuestos dueños, somos los ocupantes
precarios, los inquilinos y en verdad debe ser así, porque todos entramos y
salimos, viajamos y retornamos, quien está y estará permanentemente en el
recinto, será definitivamente él.
PD. En el mundo andino, las momias y los restos de nuestros seres
queridos y aun de las personas que no conocemos, tienen un inmenso valor como
es el caso de Charlie. Ojalá la presencia de éste no constituya un acto pagano,
en estos tiempos en que Juan Luis Cipriani (Cardenal del Perú) pretende
disponer sobre nuestras vidas y Jorge Bergoglio (el papa Francisco) quien nos
quiere enseñar que debemos hacer con nuestros muertos.