LA HILANDERA DE LA LUNA.
Esta
historia me contó mi abuela, sentada en un banco de madera en la puerta de
nuestra casa, tejiendo diestramente con sus ágiles manos y sus hermosos ojos
miraban el lejano horizonte, como
queriendo recordar un trecho de su larga y sabia existencia. Mientras me
refería lo siguiente:
Si
en las noches serenas, aquellas sin nubes e
inundada de millones de estrellas, miras
detenidamente a la hermosa luna
llena, distinguirás claramente la silueta de una mujer sentada con su hilado,
quien labora sin descansar desde tiempos
inmemoriales. ¿Sabes por qué se halla esa señora en medio de la mama
killa? – Como no obtuvo respuesta prosiguió -
En realidad es un castigo hacia
una hija, que no supo prodigar los
cuidados y el amor a su madre, en la más difícil etapa de la vida; la vejez. Fíjate hijo, muchos de los padecimientos que sufrimos los
hombres, son secuela de nuestras malas acciones, que son castigados por los
dioses.
La
historia es la siguiente -continuó – se trata de la única hija que había criado
abnegadamente una humilde madre, no obstante cuando ésta envejeció, en vez de cuidarla y protegerla, la maltrataba y humillaba. La progenitora sufría a solas y en silencio tanta
desdicha. Una noche Juanita – que así se
llamaba la ingrata hija – se había negado a regalarle un platito de mazamorra,
dejando que durmiera sin alimento a la
buena mujer. Mientras Juanita sin remordimiento se echó a descansar
tranquilamente. No obstante tuvo un sueño, en donde una desconocida le
advirtió: Si tú sigues tratando mal a tu mamita, a esa mujer que tanto te quiere,
los dioses te castigarán. Tu trabajo será de hilandera por toda la eternidad.
Al despertar la mujer, no tomó con
importancia la advertencia de ese extraño sueño y tampoco se arrepintió ni modificó su conducta.
Cuando
falleció la anciana, secuela de los
pocos cuidados y del desamor, Juanita se había quedado sola. Su mal carácter
alejó a todo hombre que pretendió desposarla, por la necesidad tuvo que dedicarse al difícil
trabajo de convertir lanas en hilos. Fue entonces que durante un sueño la misma
mujer se le apareció y le dijo:
Te
advertí Juana, no aprendiste a querer y a cuidar a tu madre, hoy te has
convertido en la hilandera que te prometí, pero tu castigo no terminará en la tierra, se prolongará aún en la otra vida. Juanita falleció después de haber trabajado
en forma larga y penosa. Efectivamente los dioses cumplieron con el castigo,
todavía puedes observar a Juana, sentada con su rueca en el astro plateado,
hilando las nubes del firmamento, que a diario los dioses mandan llevar para
que nunca descanse.
Nunca
te olvides hijo, concluyó, que el mejor tiempo que empleamos los hombres en
esta vida, es el que se regalamos a nuestros hijos cuando son pequeños y a
los padres cuando son ancianos.
ATARDECER SANLUISINO