PUENTE PUKAYAKU

Cruza el río Yanamayo y es parte del camino inka.

LAGUNA DE PEROLKOCHA

Difícil de llegar pero vale la pena.

PIRUSHTU DE KONDOR

Centinela de San Luis, sobre Roqruwarka

FLOR DE SHAQAPA

Orquidea andina, que crece sobre los 4000 m.s.n.m.

MONOLITO CON LA FIGURA DE JAGUAR

Encontrado en centro poblado de canchabamba.

viernes, 19 de noviembre de 2021

LA DEGOLLACIÓN DEL INKA

 

INKA RUQUY O LA DEGOLLACION DEL INKA

Durante la fiesta Patronal de la Virgen de las Mercedes, en la fecha del 25 de setiembre, hasta hace  medio siglo se acostumbraba escenificar la muerte del inca Atahualpa. Por eso a este día la llamaban hasta hace poco como degollación. La última vez fue presentada en nuestra localidad, (San Luis Ancash)  en el año de 1978, luego desapareció sin dejar rastro.

Esta representación afortunadamente todavía se ejecuta en la región Ancash (Bolognesi, Ocros,  Pomabamba y en Chinlla de la provincia de Asunción) y en diferentes partes del Perú y Bolivia. En el caso nuestro, este drama andino se representa aun en Tarapampa y  Uchusquillo durante la fiesta de los carnavales. En cada lugar ha tomado matices distintos, pero en lo esencial el mensaje es el mismo.

Inka ruquy, significa la degollación del Inka, también popularmente  llamado “Pizarro”, más que una danza o estampa  folklórica, es  una  representación teatral, un drama, en donde participan decenas de personas, de ambos  bandos,   “españoles” e “indios”, ocupando calles y plazas, desplazándose cientos de metros para desarrollar su trama y guión. Simulando la captura y muerte del inka, en manos de los hambrientos españoles, desoyendo las súplicas de las plañideras pallas.

El drama es iniciado en dos grupos y en diferentes lugares. Por un lado el Inka y las pallas que representan lo autóctono y nativo,  por el otro,  Pizarro y los españoles que simboliza lo extranjero y la dominación.

El inka Atahualpa, el general Rumiñawi,  con sus soldados acompañado de las “pallas” se presentan como cualquier danza ancestral.  Seis mujeres jóvenes vestidas completamente de blanco en dos filas con pañuelos del mismo color en las manos, el Pispi Cóndor (asemejando al ave con pico y alas) adelante, protegiendo al inka que se encuentra al centro, dos ñustas o niñas también vestidas de blanco adornadas con flores a los costados del soberano. Las mujeres siempre cantado “versos” al compás del arpa y violín. Las coplas contienen pasajes de alegría, pero también de pena y preocupación por la vida del inka.

En el otro bando  los españoles, dirigidos por Francisco Pizarro y el cura Valverde,  montados sobre sendos caballos, pero también con otras acémilas de carga en donde transportan diferentes bultos que una mujer negra cuida con mucho esmero y en constante trajín  (1). Los invasores vestidos con sacos y cascos, espadas y lanzas, imponentes sobre sus caballos van y vienen por las calles. En este grupo también se encuentra el inefable Felipillo, como símbolo de la traición.

El encuentro en las plaza de armas es relativamente pacifico, incluso ambos grupos participan de la misa y hacen la adoración. Al concluir esta celebración litúrgica se dirigen de nuevo a la plaza para escenificar la muerte del inka. Entre escaramuzas, los españoles capturan al inka, en medio del llanto de las pallas y las ñustas y la impotencia del pispi condor. Luego es trasladado a un cadalso de madera en donde se le ejecuta y decapita. La sangre (yana aswa o chicha negra/morada) del mártir es arrojada y esparcida  a la población que con respeto y aceptación la reciben. Las pallas no terminan con su llanto y dolor.

Seguramente, para cualquier curioso lector la primera pregunta sea inmediata, ¿Cómo quinientos años después de tan infausto acontecimiento, pueda perdurar la simbología? O ¿Cómo logró institucionalizarse y sobrevivir  en medio de la invisibilización de la cultura ancestral o la prohibición de costumbres andinas,  incluyendo el idioma nativo?  No nos olvidemos que después de la conquista  de 1532, hubo una feroz persecución a toda creencia andina (2). Pero a pesar de la cacería de sacerdotes y sabios andinos sobrevivieron en el tiempo muchos elementos culturales no materiales nuestros.  Eso se debió a que el hombre andino, consciente o inconscientemente,   toma un conjunto de estrategias para preservar su legado cultural. Una de esas representaciones es la degollación del inca, que simboliza el inicio de la transformación del ande.

La pieza teatral ha llamado la atención de muchos investigadores, entre ellos de la talla de a Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (3), quienes le dedican serios análisis y reflexiones sobre su significado y simbología. El historiador Flores Galindo cita,  “… según el cronista Arzans y Vela, la primera representación de la muerte del inca,  habría tenido lugar en Potosí en 1555……. Lo  cierto es que debemos aguardar hasta 1569 para tener una referencia más precisa. Ese año, un 23 de diciembre, en la plaza de la ciudad de Lima salió el rey inca y peleó con otros reyes hasta que los venció y cogió el castillo; y puesto que otros reyes ofrecieron las llaves al príncipe que iba en carro retratado; y salieron los indios que hay en este reino, cada uno con sus trajes, que fueron más de dos mil los que salieron que parecía la plaza toda plateada de diferentes flores, según salieron los indios bien vestidos y con muchas galas…” (Sic)

Por su parte Manuel Burga, (4) señala “Existe una interesante geografía de la representación de los acontecimientos de Cajamarca en el folklor de popular de la sierra central. Podemos afirmar que en muchas provincias de los departamentos de Ancash, Junín, Pasco y Huánuco, esta representación tiene una gran vitalidad. En cientos de pueblos durante sus fiestas patronales, es decir en el momento ritual más importante de su existencia, una comparsa llamada Inca-Capitán, representan de manera creativa los acontecimientos sucedidos  en Cajamarca entre 1532 y 1533”

La escenificación dramática, ha desarrollado dos interpretaciones distintas y hasta contrarias en cierto modo. Según Nathan Watchel el drama transmite hasta hoy un mensaje de resistencia frente a los invasores expresando lo traumático de la conquista, que se manifiesta en la escenificación en diferentes lugares del mundo andino, constituyendo la visión de los vencidos. La  conquista, que inicia con el asesinato del Inca Atahuallpa,   fue un hecho no solo sangriento, sino traumático. La invasión de occidente provocó la transformación de las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales  del mundo andino. Es decir cortó en redondo el devenir de la historia autóctona. Una de las secuelas de la conquista fue el  desgano vital, o la falta de ganas de vivir del nativo, expresados en la caída de la fertilidad, los abortos, infanticidios y suicidios colectivos. Para el poblador andino, la “muerte” y desaparición  de sus diversos  dioses, también hace entender que el dios de occidente había triunfado sobre ellos y constatan el desamparo en que se encontraban ante los vencedores. (5)

Por otra parte, Pierre Duviols, afirma que el drama no presenta al público una imagen positiva del inca, éste no adquiere la  figura de un héroe, no defiende su imperio y no insta a su pueblo a luchar contra sus enemigos, igualmente se hace desollar fácilmente,  como tampoco sus capitanes reaccionan contra las agresiones de los invasores.  Por tanto, habría sido creado por religiosos españoles para justificar la conquista sustentada en parte en el pronóstico fatalista  del inca Huayna Capac, quien había manifestado que “……pocos años después que me haya ido de vosotros, vendrá aquella gente nueva y cumplirá lo que nuestro padre Sol nos ha dicho y ganará nuestro imperio y serán señores  de él. Yo os mando que le obedezcáis y sirváis como a hombres que en todo os harán ventaja; que su ley será mejor que la nuestra y sus aras poderosas e invencibles más que las nuestras ….” (6)

Como quisiéramos entender,  el drama Inka Ruquy o Pizarro, simboliza la representación de un acontecimiento trascendental en la historia de los peruanos. Un hecho que cierra  la historia autóctona, abriendo otra larga etapa de discriminación y explotación para nuestros antepasados en su propio territorio. Cinco siglos después seguimos en ese proceso de polémica  y reflexión sobre este suceso, quizás obedezca  porque ciertos dolores y sufrimientos de muchos peruanos no han desaparecido aun.

 (1) Sobre la esmerada preocupación de la negra por el cuidado de los bienes de los españoles,  ha quedado, una anécdota, si alguna persona exagera en sus afanes y vaivenes, le comentan, imatata coorrikachanki pizarrupa negrannoo, (que correteas como la negra de Pizarro).

(2) Ver la Campaña de Extirpación de Idolatrías

(3) Flores Galindo,  Alberto. 1994. “Buscando un Inca, Identidad y Utopía en los Andes” Editorial Horizonte

(4) Burga Diaz,  Manuel, 1988. “Nacimiento de una Utopía: Muerte y Resurrección en los Andes” Instituto de Apoyo Agrario

(5) Wachtel, Nathan. 1976 “La Vencidos, los Indios del Perú frente a la Conquista Esañola”. Madrid Alianza Editorial.

(6) Duviols, Pierre. 2000. “La Representación Bilingüe de la Muerte del Inca Atahuallpa y sus Fuentes Literarias” Universidad de Aix -Marseille