INKA RUQUY O LA DEGOLLACION DEL INKA
Durante la fiesta Patronal de la
Virgen de las Mercedes, en la fecha del 25 de setiembre, hasta hace medio siglo se acostumbraba escenificar la
muerte del inca Atahualpa. Por eso a este día la llamaban hasta hace poco como
degollación. La última vez fue presentada en nuestra localidad, (San Luis
Ancash) en el año de 1978, luego
desapareció sin dejar rastro.
Esta representación
afortunadamente todavía se ejecuta en la región Ancash (Bolognesi, Ocros, Pomabamba y en Chinlla de la provincia de
Asunción) y en diferentes partes del Perú y Bolivia. En el caso nuestro, este
drama andino se representa aun en Tarapampa y Uchusquillo durante la fiesta de los
carnavales. En cada lugar ha tomado matices distintos, pero en lo esencial el
mensaje es el mismo.
Inka ruquy, significa la
degollación del Inka, también popularmente llamado “Pizarro”, más que una danza o estampa folklórica, es una
representación teatral, un drama, en donde participan decenas de
personas, de ambos bandos, “españoles” e “indios”, ocupando calles y
plazas, desplazándose cientos de metros para desarrollar su trama y guión. Simulando
la captura y muerte del inka, en manos de los hambrientos españoles, desoyendo
las súplicas de las plañideras pallas.
El drama es iniciado en dos
grupos y en diferentes lugares. Por un lado el Inka y las pallas que
representan lo autóctono y nativo, por
el otro, Pizarro y los españoles que
simboliza lo extranjero y la dominación.
El inka Atahualpa, el general
Rumiñawi, con sus soldados acompañado de
las “pallas” se presentan como cualquier danza ancestral. Seis mujeres jóvenes vestidas completamente
de blanco en dos filas con pañuelos del mismo color en las manos, el Pispi Cóndor
(asemejando al ave con pico y alas) adelante, protegiendo al inka que se
encuentra al centro, dos ñustas o niñas también vestidas de blanco adornadas
con flores a los costados del soberano. Las mujeres siempre cantado “versos” al
compás del arpa y violín. Las coplas contienen pasajes de alegría, pero también
de pena y preocupación por la vida del inka.
En el otro bando los españoles, dirigidos por Francisco
Pizarro y el cura Valverde, montados
sobre sendos caballos, pero también con otras acémilas de carga en donde
transportan diferentes bultos que una mujer negra cuida con mucho esmero y en
constante trajín (1). Los invasores
vestidos con sacos y cascos, espadas y lanzas, imponentes sobre sus caballos
van y vienen por las calles. En este grupo también se encuentra el inefable
Felipillo, como símbolo de la traición.
El encuentro en las plaza de
armas es relativamente pacifico, incluso ambos grupos participan de la misa y
hacen la adoración. Al concluir esta celebración litúrgica se dirigen de nuevo
a la plaza para escenificar la muerte del inka. Entre escaramuzas, los
españoles capturan al inka, en medio del llanto de las pallas y las ñustas y la
impotencia del pispi condor. Luego es trasladado a un cadalso de madera en
donde se le ejecuta y decapita. La sangre (yana aswa o chicha negra/morada) del
mártir es arrojada y esparcida a la
población que con respeto y aceptación la reciben. Las pallas no terminan con
su llanto y dolor.
Seguramente, para cualquier
curioso lector la primera pregunta sea inmediata, ¿Cómo quinientos años después
de tan infausto acontecimiento, pueda perdurar la simbología? O ¿Cómo logró
institucionalizarse y sobrevivir en
medio de la invisibilización de la cultura ancestral o la prohibición de
costumbres andinas, incluyendo el idioma
nativo? No nos olvidemos que después de
la conquista de 1532, hubo una feroz
persecución a toda creencia andina (2). Pero a pesar de la cacería de
sacerdotes y sabios andinos sobrevivieron en el tiempo muchos elementos
culturales no materiales nuestros. Eso
se debió a que el hombre andino, consciente o inconscientemente, toma un conjunto de estrategias para
preservar su legado cultural. Una de esas representaciones es la degollación
del inca, que simboliza el inicio de la transformación del ande.
La pieza teatral ha llamado la
atención de muchos investigadores, entre ellos de la talla de a Manuel Burga y
Alberto Flores Galindo (3), quienes le dedican serios análisis y reflexiones
sobre su significado y simbología. El historiador Flores Galindo cita, “… según el cronista Arzans y Vela, la
primera representación de la muerte del inca,
habría tenido lugar en Potosí en 1555……. Lo cierto es que debemos aguardar hasta 1569
para tener una referencia más precisa. Ese año, un 23 de diciembre, en la plaza
de la ciudad de Lima salió el rey inca y peleó con otros reyes hasta que los
venció y cogió el castillo; y puesto que otros reyes ofrecieron las llaves al
príncipe que iba en carro retratado; y salieron los indios que hay en este
reino, cada uno con sus trajes, que fueron más de dos mil los que salieron que
parecía la plaza toda plateada de diferentes flores, según salieron los indios
bien vestidos y con muchas galas…” (Sic)
Por su parte Manuel Burga, (4) señala
“Existe una interesante geografía de la representación de los acontecimientos
de Cajamarca en el folklor de popular de la sierra central. Podemos afirmar que
en muchas provincias de los departamentos de Ancash, Junín, Pasco y Huánuco,
esta representación tiene una gran vitalidad. En cientos de pueblos durante sus
fiestas patronales, es decir en el momento ritual más importante de su
existencia, una comparsa llamada Inca-Capitán, representan de manera creativa
los acontecimientos sucedidos en
Cajamarca entre 1532 y 1533”
La escenificación dramática, ha
desarrollado dos interpretaciones distintas y hasta contrarias en cierto modo.
Según Nathan Watchel el drama transmite hasta hoy un mensaje de resistencia
frente a los invasores expresando lo traumático de la conquista, que se
manifiesta en la escenificación en diferentes lugares del mundo andino,
constituyendo la visión de los vencidos. La
conquista, que inicia con el asesinato del Inca Atahuallpa, fue un hecho no solo sangriento, sino
traumático. La invasión de occidente provocó la transformación de las
estructuras económicas, políticas, sociales y culturales del mundo andino. Es decir cortó en redondo
el devenir de la historia autóctona. Una de las secuelas de la conquista fue
el desgano vital, o la falta de ganas de
vivir del nativo, expresados en la caída de la fertilidad, los abortos,
infanticidios y suicidios colectivos. Para el poblador andino, la “muerte” y
desaparición de sus diversos dioses, también hace entender que el dios de
occidente había triunfado sobre ellos y constatan el desamparo en que se
encontraban ante los vencedores. (5)
Por otra parte, Pierre Duviols,
afirma que el drama no presenta al público una imagen positiva del inca, éste
no adquiere la figura de un héroe, no
defiende su imperio y no insta a su pueblo a luchar contra sus enemigos,
igualmente se hace desollar fácilmente,
como tampoco sus capitanes reaccionan contra las agresiones de los
invasores. Por tanto, habría sido creado
por religiosos españoles para justificar la conquista sustentada en parte en el
pronóstico fatalista del inca Huayna
Capac, quien había manifestado que “……pocos años después que me haya ido de
vosotros, vendrá aquella gente nueva y cumplirá lo que nuestro padre Sol nos ha
dicho y ganará nuestro imperio y serán señores
de él. Yo os mando que le obedezcáis y sirváis como a hombres que en
todo os harán ventaja; que su ley será mejor que la nuestra y sus aras
poderosas e invencibles más que las nuestras ….” (6)
Como quisiéramos entender, el drama Inka Ruquy o Pizarro, simboliza la
representación de un acontecimiento trascendental en la historia de los
peruanos. Un hecho que cierra la
historia autóctona, abriendo otra larga etapa de discriminación y explotación
para nuestros antepasados en su propio territorio. Cinco siglos después
seguimos en ese proceso de polémica y reflexión
sobre este suceso, quizás obedezca porque ciertos dolores y sufrimientos de
muchos peruanos no han desaparecido aun.
(1) Sobre la esmerada preocupación de la negra
por el cuidado de los bienes de los españoles, ha quedado, una anécdota, si alguna persona exagera
en sus afanes y vaivenes, le comentan, imatata coorrikachanki pizarrupa
negrannoo, (que correteas como la negra de Pizarro).
(2) Ver la Campaña de Extirpación
de Idolatrías
(3) Flores
Galindo, Alberto. 1994. “Buscando un
Inca, Identidad y Utopía en los Andes” Editorial Horizonte
(4) Burga Diaz, Manuel, 1988. “Nacimiento de una Utopía:
Muerte y Resurrección en los Andes” Instituto de Apoyo Agrario
(5) Wachtel, Nathan. 1976 “La Vencidos,
los Indios del Perú frente a la Conquista Esañola”. Madrid Alianza Editorial.
(6) Duviols,
Pierre. 2000. “La Representación Bilingüe de la Muerte del Inca Atahuallpa y
sus Fuentes Literarias” Universidad de Aix -Marseille