EL PUENTE SUTEP
Seguramente, la historia de este
puentecito sobre el rio Chacapata, no tendría mayor importancia, sino hubiera
tomado el nombre del sindicato combativo de maestros de la década del setenta.
Por cierto, el gremio estaba conformado por grandes maestros, en el sentido más
lato de la palabra.
Corría el primer quinquenio de la
década referida, cuando la Compañía Suministro de Equipos, Contratistas
Generales, inició la construcción de la carretera hacia la provincia de
Mariscal Luzuriaga, debiendo cruzar en algún momento nuestro río Chacapata.
Efectivamente en el paraje Waankallu planificaron edificar un puente, que por
razones de la topografía debió tomar una forma curva, a diferencia de los
puentes rectos que nos tenían acostumbrados. En su culminación fue una obra muy
hermosa, estéticamente hablando, pero también con una gran estructura, que a la
fecha tiene una antigüedad de casi medio siglo y, aun en medio del abandono y
la falta de mantenimiento, se mantiene erguida. Muchos puentes modernos no
llegaron a cumplir un solo lustro. “No
se cayó, se desplomó” sentenció un famoso Alcalde de Lima queriendo justificar
la ineptitud de sus ingenieros en la construcción de un puente limeño que había
colapsado.
Puente San Luis, fue el nombre
primigenio de esta magnífica obra. Empero, en el año 1978, en plena dictadura
militar de la segunda fase, se inició una de las huelgas magisteriales más
grandes y significativas de la historia sindical, protagonizada por maestros
que luchaban por sus derechos profesionales. La lucha fue larga, tediosa y
hasta penosa, con la detención y castigo de numerosos profesores. En esta brega,
los maestros fueron desplazándose a diferentes instituciones educativas para
exhortar a los colegas que aún no enarbolaban las banderes gremiales, o para
animar a aquellos que no se sumaban a las protestas y manifestaciones masivas.
Añadieron también a la lucha, inscriciones
de arenga en las paredes y superficies aprovechables. En una de esas visitas al
famoso “Cono Norte”, en donde se concentraba una notable cifra de Instituciones
Educativas y docentes, (entre Pomallucay y Rosas Tayapampa), se valieron para
escribir con tinta negra el nombre de Puente SUTEP en aquella infraestructura
que conduce a los pueblos hermanos de Llumpa y Piscobamba.
Las autoridades locales
básicamente acciopopulistas, pepecistas y simpatizantes de la dictadura de
turno, despotricaron contra el terrible “atentado”, pero no tuvieron la
precaución de borrar la reciente inscripción. El transcurso de algunas semanas
y meses, permitió que el acrónimo magisterial se quedara en la memoria colectiva,
conociéndose con el nombre de Puente SUTEP hasta el día de hoy. Seguramente es
una de las pocas infraestructuras públicas que ostenta este nombre en el país, no
obstante, recuerda a un puñado de maestros de verdad, quienes enarbolaron
luchas colectivas y gremiales, a diferencia de los actuales dirigentes
oportunistas y enquistados, que solo velan por su bienestar y beneficio
personal.