PUENTE PUKAYAKU

Cruza el río Yanamayo y es parte del camino inka.

LAGUNA DE PEROLKOCHA

Difícil de llegar pero vale la pena.

PIRUSHTU DE KONDOR

Centinela de San Luis, sobre Roqruwarka

FLOR DE SHAQAPA

Orquidea andina, que crece sobre los 4000 m.s.n.m.

MONOLITO CON LA FIGURA DE JAGUAR

Encontrado en centro poblado de canchabamba.

lunes, 30 de marzo de 2015

CUENTOS DE MI TIERRA.

EL ORIGEN DE LA RANCHA.*

La rancha  es una enfermedad que ataca a diferentes vegetales.  Aparece cuando llueve y hace sol al mismo tiempo.  Esta  plaga seca las hojas de las plantas, amarilla los tallos, pudre los  frutos y malogra cosechas enteras, dejando sin  alimento a humildes familias campesinas.  Menoscaba a diferentes plantas,  a los frutales,  a las menestras, pero los alimentos  más perjudicados son los tubérculos, y entre ellos,  la papa, que es el alimento principal en los andes. 

Cuentan las tradiciones que muchos males y enfermedades de los hombres, son consecuencia de su propia  mezquindad, el gusano de la papa, la alicuya, la rancha y otros males son secuelas de conductas egoístas y ambiciosas  de la humanidad. El siguiente relato,  nos narra cómo apareció esta dañina plaga vegetal, llamada rancha.

Un niño pequeño pacía sus ovejas en un extenso oconal, que conservaba  hierbas aun en los más ardientes veranos y sequías.  Esta pampa pertenecía a la comunidad, en él podían alimentar sus animales todas las familias que vivían alrededor. Junto a esta chacra había una inmensa plantación de papas en plena producción,  mirado desde cierta distancia asemejaba a  una enorme alfombra verde,  bordada con flores moradas, blancas y rosadas, demostrando la variedad del tubérculo,  que en el lugar maduraba. Los vecinos  apreciaban con sana envidia el hermoso sembrío. 

El pequeño  llevaba los alimentos que su madre o el mismo preparaba; la cancha de trigo o de  maíz, las ocas y papas sancochadas, eran su alimento diario,  pero muchas veces  no llevaba fiambre, porque su familia era pobre y los víveres  escaseaban. Una mañana que no había llevado provisiones y el hambre arreciaba, dirigió la mirada al sembrío de papas. Juntó su rebaño en un solo  lugar, saltó la cerca y se dispuso a sacar algunas papas con sus pequeñas manos, para asarlas luego con candela. Aún no  había logrado extraer el alimento, cuando se presentó el dueño del cultivo. Era éste un tipo mezquino y despiadado, afamado por ser violento y abusivo,  cogió al niño y le descargó una brutal golpiza dominado por la furia y la venganza.

Se cansó de castigar al indefenso niño y lo dejó extendido sobre el suelo. Luego se percató que la criatura no registraba el menor movimiento, lo llamó numerosas veces. Al ver que no respondía, desesperado sacudió reiteradamente el cuerpecito del menor, pero no dio indicios de seguir viviendo. Percatado que el niño había  expirado a consecuencia  de los golpes, pretendió esconder las huellas del delito.   Arrastró el cuerpo inerte hacia la vegetación más espesa del corral, recogió ramas secas y los encendió sin el menor arrepentimiento.  Mientras se prendían las ropas del niño y se formaba una gran  hoguera, el calor del fuego amarillaba las matas de la papa del alrededor, luego esta mancha fue creciendo hacia todo el cultivo. De este lugar fue expandiéndose a otras chacras y después a todas las comunidades y pueblos.


*Cuento recogido en Raqraq (Ragrag) Canchabamba San Luis.

                                                                      Foto: Tambillos San Luis Ancash

lunes, 23 de marzo de 2015

LA PRIMAVERA ANDINA


LA PRIMAVERA ANDINA

Hasta hace tres décadas en vísperas de la fiesta del Corpus Christi,  existía una celebración andina llamada “Wayta Muruy” (sembrado de la flor). Pues en una de esas tardes del mes de junio, aparecían bulliciosas un grupo de personas entre varones y mujeres cantando y bailando canciones quechwas, acompañadas de una tinya y  flauta, portando las damas, canastas llenas de los pétalos de olorosas flores andinas, que iban esparciendo en las calles mientras danzaban, dejando  coloridas y perfumadas las calles transitadas. Esta ceremonia terminaba en Quelley kuwaana (en donde se quema la plata) posteriormente llamada Misionera (hoy lastimosamente ha perdido sus dos nombres tradicionales).  En esta pequeña colina se erguía una cruz relativamente grande, que dividía el pueblo en dos barrios, uno al este y el otro al oeste, pero lo cierto es que los oferentes terminaban adornando el madero con weqllas, shaqapas, rima rimas, yuraq waqtas, retamas y otras flores que mi memoria no logra recordar.

Esta fiesta seguramente era una ceremonia de tributo a la madre tierra, por su prodigalidad con sus desagradecidos e insensatos hijos: Los hombres. Esta celebración, penosamente, ha desaparecido en la actualidad, solo ha dejado un tenue recuerdo en la memoria de esta generación que se resiste a olvidar estas hermosas tradiciones que hoy la queremos recordar. Esta fiesta coincidía con el periodo de floración en el ande, que llamamos con poderosa sensatez y justicia: la primavera andina, razón de este artículo, acontecimiento que vamos a argumentar.

Las estaciones en nuestro país y en el hemisferio sur,  no son bien definidas como en el hemisferio norte. Mientras en la zona septentrional de nuestro planeta, se pueden distinguir claramente las cuatro estaciones, cada una con sus características específicas,  en la zona meridional, en donde residimos, las estaciones visibles y diferenciables, son solo  el verano lluvioso entre octubre y marzo y un invierno soleado entre los meses de abril y setiembre. En la zona andina, acostumbramos llamar invierno,  a la época entre los meses de octubre y marzo y verano al periodo restante, cuando en realidad  es exactamente al revés. Por otra parte,  en la sierra, las estaciones de primavera y otoño, ni siquiera se distinguen  y no  tienen las características que tradicionalmente se han establecido.

Pero curiosamente, por costumbre, tradición y  básicamente por la concepción occidental del mundo y de los propios conocimientos,  se festeja el Día de la Primavera, en todo el país, en el mes de setiembre de todos los años, cuando por ejemplo  en el ande,  no existe un solo indicio de la estación del amor,  la vida,   las flores y del intenso verdor. Muy al contrario,  los campos se hallan secos y amarillos, los suelos polvorientos y la vegetación agonizante, en  espera angustiosa y desesperada del arribo de las primeras lluvias, para el retorno de la vida. El mes de setiembre en la serranía,  parece más un débil otoño, con el término de la floración, la caída de las hojas, el viaje de las semillas con los fuertes vientos, el inicio de las lluvias y en general,  del nuevo ciclo de la vida vegetal.

La primavera andina, como debemos llamarla, en todo caso se inicia en el mes de abril y se prolonga más o menos hasta junio. Este periodo,  en parte, es secuela de las copiosas lluvias de los meses del verano lluvioso. Los cerros, las quebradas, las chacras,  la vera de los caminos y en los espacios menos imaginables,  se visten de infinitos colores e invaden el ambiente con variados aromas. Es increíble y maravilloso contemplar de cómo,  las plantas más minúsculas y aparentemente insignificantes, regalan al mundo florecillas delicadas, perfumes tenues, en las resecas y calientes yungas, en los agrestes pedregales y hasta en las heladas y altas punas. Por lo demás estas plantas y flores andinas, no solo son hermosas, tienen  un valor agregado, sus dones medicinales, que los hombres del ande conocen, valoran y utilizan,  en coherencia con su cosmovisión de respeto y armonía con la naturaleza.

En este tiempo de increíble belleza, el ambiente andino se fortalece. Diferentes sembríos llegan a la maduración y su posterior cosecha. La papa y otros tubérculos nativos como la oca, el olluco, se recogen en este periodo. El maíz madura igualmente, los deliciosos choclos alimentan a hombres y aves indistintamente. También es época de la renovación de la naturaleza. En este periodo las aves desovan y hace más festiva la tierra con nuevos colores y reiteradas melodías. Coinciden, además, con la producción de la saludable miel, las abejas, logran concluir el proceso de fabricación del preciado producto como consecuencia de la floración de las plantas y árboles andinos. 


Sin embargo, en nuestras caminatas por la serranía  de Ancash y partes del Perú,  hemos podido verificar el riesgo que corre esta riqueza natural de la extinción total. Las  nuevas generaciones de hombres andinos ya no reconocen sus nombres nativos y menos sus propiedades. No tienen el menor interés de conservarla, ni tampoco  valoran la importancia de esta flora en la conservación de su ecosistema.   Estamos concurriendo pasivamente a espectar el proceso de desertificación de nuestras hermosas punas, la desaparición de los pastos naturales milenarios y con ellos toda la flora y fauna que habitan dentro de ella. Este despoblamiento se agudiza además,  por la occidentalización del hombre del ande, que cada vez se aleja de su origen, pierde contacto con su entorno natural y cultural, se desarraiga y se mimetiza en las ciudades,  empujado por el desdén y el poco interés que se tiene por  lo ancestral y nativo.