TRES LACRAS QUE DESVANECIERON LA MORAL Y LAS BUENAS COSTUMBRES EN NUESTRO PUEBLO
PAISAJE SANLUISINO
Hasta hace
solo una década, San Luis mi pueblo, nuestro pueblo, era un lugar tranquilo, hospitalario
y de buenas costumbres. No ha pasado mucho tiempo, para que esta tranquilidad
se haya derrumbado. Claro, nuestro distrito tampoco no era el paraíso , arrastraba
problemas de diferente naturaleza, pero
la delincuencia, la inseguridad y la degradación moral eran parte de las
grandes ciudades y parecía que nunca
iban a llegar, o tal vez se demoraría un buen tiempo. No obstante, sin que pase
muchos años, la degradación moral llegó como un vendaval, arrasando las buenas
costumbres y el buen vivir, contaminando con su veneno a viejos, adultos y jóvenes, dejando a muy pocos ciudadanos intactos,
con una autoridad y solvencia moral. Tres fueron y son las
lacras que en este tiempo se encargaron de dinamitar la moral de nuestro pueblo, persistiendo y aferrándose a sembrar la deshonestidad, el saqueo
a las arcas ediles y el enriquecimiento fácil.
Una primera
lacra, fue protagonizada por llamados popularmente felipillos. Estos fueron los pioneros en introducir la corrupción y la disociación en el distrito y la provincia. Se presentaron como los
salvadores del pueblo, como los adalides en contra de la corrupción y los
portadores de la honestidad. Pasado los
años, se transformaron, solo vieron beneficios en las arcas fiscales, solo
vieron provecho personal y convirtieron
al municipio en un botín. De este grupo, más tarde saldrían los nuevos ricos de San
Luis, pero también los delincuentes de saco y corbata, perseguidos por la
justicia, pero que a la fecha, gracias a lentitud y corrupción del Ministerio
Publico y el Poder Judicial, gozan
todavía de libertad y de los beneficios del dinero sustraído.
Los
waripillos fueron la segunda peste que arrasó San Luis, como siempre se
presentaron como los justicieros y moralistas, los nuevos luchadores contra la
corrupción, pero en vez de mitigar la situación y limpiar la podredumbre, la fortalecieron y se hundieron en el lodo de
la corrupción y el desgobierno, sin horizontes ni visión elemental. No cabe
duda que venían con más ambición que ideas, con más hambre que dignidad. De esta lacra saldrá otro grupo de nuevos ricos,
claro, con el dinero del pueblo, aquellos que pintaron las paredes, arengaron,
defendieron y sirvieron al candidato y al alcalde. Los culpables fueron propios y extraños, pero más los
primeros que los forasteros, porque se mezclaron y zambulleron en el oscuro y
nefasto fango de la corrupción. No obstante,
muchos de estos son forasteros, un día se marcharán con los bolsillos
llenos de plata, seguramente a lugares en donde les recuerde poco la
conciencia, pero los paisanos que colaboraron con esta lacra, no serán perdonados
ni olvidados.
La tercera
lacra, creció al amparo y el alimento de las dos anteriores, se presentó con al menos tres caretas
distintas, pero todas como secuela de la percepción de jóvenes y adultos, del
fácil enriquecimiento de los que nunca trabajaron y estudiaron, de los que
nunca derramaron una gota de sudor, ni quemaron sus pestañas, ni se esforzaron,
pero hallaron sin dificultades el dinero
a la vuelta de la esquina. La primera faceta de la tercera lacra, se manifestó
a través de la delincuencia y la extorsión, porque muchos jóvenes optaron por
este camino fácil, para que el dinero de
la corrupción, se comparta y no se quede
solo en los bolsillos de los ladrones. La
segunda se manifestó cuando los sanluisinos de padres y madres y nacidos en
esta tierra, se vendieron miserablemente a la corrupción, optaron por unas
monedas y traicionaron al lugar que les vio nacer, confirmando que si los dueños no cuidan su casa, menos cuidarán los
inquilinos. La tercera careta lo
asumieron los pasquineros, que se encargaron de sembrar insultos y manchar
honras de niños, mujeres y ancianos,
incluyendo a los muertos, expresando un
odio y resentimiento feroz, mostrando
los más indigno y ruin de la humanidad. Seguramente en ningún otro pueblo se haya
abusado tanto de esta insana y cobarde práctica, como se ha hecho aquí.
Estas tres
lacras tienen que ser derrotadas, es el deber de las personas que quedan
limpias y de las nuevas generaciones de
sanluisinos. Es el reto y desafío, de
los paisanos que realmente amamos a esta tierra. Es nuestra responsabilidad de
quitar la mácula que han dejado los
embusteros, los aventureros, los
corruptos y los sedientos de la riqueza fácil. Claro que no será tarea fácil. Estos
tres grupos han postrado nuestra provincia en una orfandad moral espantosa,
pero no convertirán a San Luis y a la provincia en pueblos sin rumbo ni
destino.
Ojalá no se
cumpla el dicho de un sacerdote que dejó esta provincia, harto de estos
problemas: San Luis, padece un cáncer que nadie lo puede curar.