martes, 26 de mayo de 2015

EN ESTE ANIVERSARIO, NO TODO ES PARA CELEBRAR.......




TRES LACRAS QUE DESVANECIERON LA MORAL Y LAS BUENAS COSTUMBRES EN NUESTRO PUEBLO

PAISAJE SANLUISINO

Hasta hace solo una década, San Luis mi pueblo, nuestro pueblo, era un lugar tranquilo, hospitalario y de buenas costumbres. No ha pasado mucho tiempo, para que esta tranquilidad se haya derrumbado.  Claro,  nuestro distrito tampoco no era el paraíso , arrastraba problemas de diferente naturaleza, pero  la delincuencia, la inseguridad y la degradación moral eran parte de las grandes ciudades y parecía  que nunca iban a llegar, o tal vez se demoraría un buen tiempo. No obstante, sin que pase muchos años, la degradación moral llegó como un vendaval, arrasando las buenas costumbres y el buen vivir, contaminando con su veneno  a viejos, adultos y  jóvenes, dejando a muy pocos ciudadanos intactos, con  una autoridad  y solvencia moral. Tres fueron y son las lacras que en este tiempo se encargaron de dinamitar  la moral de nuestro pueblo, persistiendo y  aferrándose a sembrar la deshonestidad, el saqueo a las arcas ediles y el enriquecimiento fácil.

Una primera lacra, fue protagonizada por llamados popularmente felipillos. Estos  fueron los pioneros en introducir  la corrupción y la disociación en el  distrito y  la provincia. Se presentaron como los salvadores del pueblo, como los adalides en contra de la corrupción y los portadores de la  honestidad. Pasado los años, se transformaron, solo vieron beneficios en las arcas fiscales, solo vieron provecho personal y  convirtieron al municipio en un botín.   De este grupo,  más tarde saldrían los nuevos ricos de San Luis, pero también los delincuentes de saco y corbata, perseguidos por la justicia, pero que a la fecha, gracias a lentitud y corrupción del Ministerio Publico y el Poder Judicial,  gozan todavía de  libertad  y de los beneficios del dinero sustraído.

Los waripillos fueron la segunda peste que arrasó San Luis, como siempre se presentaron como los justicieros y moralistas, los nuevos luchadores contra la corrupción, pero en vez de mitigar la situación y limpiar la podredumbre,  la fortalecieron y se hundieron en el lodo de la corrupción y el desgobierno, sin horizontes ni visión elemental. No cabe duda que venían con más ambición que ideas, con más hambre que dignidad.  De esta lacra saldrá otro grupo de nuevos ricos, claro, con el dinero del pueblo,  aquellos que pintaron las paredes, arengaron, defendieron y sirvieron al candidato y al alcalde. Los culpables  fueron propios y extraños, pero más los primeros que los forasteros, porque se mezclaron y zambulleron en el oscuro y nefasto fango de la corrupción. No obstante,  muchos de estos son forasteros, un día se marcharán con los bolsillos llenos de plata, seguramente a lugares en donde les recuerde poco la conciencia, pero los paisanos que colaboraron con esta lacra, no serán perdonados ni olvidados.

La tercera lacra, creció al amparo y  el  alimento de las dos anteriores,  se presentó con al menos tres caretas distintas, pero todas como secuela de la percepción de jóvenes y adultos, del fácil enriquecimiento de los que nunca trabajaron y estudiaron, de los que nunca derramaron una gota de sudor, ni quemaron sus pestañas, ni se esforzaron, pero  hallaron sin dificultades el dinero a la vuelta de la esquina. La primera faceta de la tercera lacra, se manifestó a través de la delincuencia y la extorsión, porque muchos jóvenes optaron por este camino fácil, para que el  dinero de la corrupción,  se comparta y no se quede solo en los bolsillos de los ladrones.  La segunda se manifestó cuando los sanluisinos de padres y madres y nacidos en esta tierra, se vendieron miserablemente a la corrupción, optaron por unas monedas y traicionaron al lugar que les vio nacer, confirmando que si los  dueños no cuidan su casa, menos cuidarán los inquilinos.  La tercera careta lo asumieron los pasquineros, que se encargaron de sembrar insultos y manchar honras de  niños, mujeres y ancianos, incluyendo a los muertos, expresando  un odio y resentimiento feroz,  mostrando los más indigno y  ruin de la humanidad.  Seguramente en ningún otro pueblo se haya abusado tanto de esta insana y cobarde práctica,  como se ha hecho aquí.

Estas tres lacras tienen que ser derrotadas, es el deber de las personas que quedan limpias y de  las nuevas generaciones de sanluisinos.  Es el reto y desafío, de los paisanos que realmente amamos a esta tierra. Es nuestra responsabilidad de quitar la mácula  que han dejado los embusteros, los aventureros,  los corruptos y los sedientos de la riqueza fácil. Claro que no será tarea fácil. Estos tres grupos han postrado nuestra provincia en una orfandad moral espantosa, pero no convertirán a San Luis y a la provincia en pueblos sin rumbo ni destino.


Ojalá no se cumpla el dicho de un sacerdote que dejó esta provincia, harto de estos problemas:  San Luis,  padece un cáncer que nadie lo puede curar.

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