HISTORIA DE TORTUGAS Y
LEONES
La Plaza de Armas de mi querido pueblo
hasta el primer quinquenio del 70 era una bonita explanada. Sin rejas, jardines y flores, se hallaba invadida enteramente por una rústica grama que
reverdecía en la época de las lluvias y languidecía en el estío. Estaba resguardada por una media docena de centenarios
fresnos, de los que hoy quedan solo cuatro,
a causa de la insensatez de alguna autoridad. Además la recordada
plazuela la circundaban las viviendas de
los vecinos y algunos edificios públicos
que empezaron a erigirse como sinónimo
de presencia incipiente del estado, el orden y el progreso.
Era el escenario de nuestros
juegos infantiles, el lugar de esparcimiento y charla de los vecinos, de las
incipientes ferias dominicales, el
concurrido espacio de toda festividad del calendario cívico y religioso. Pero
al mismo tiempo a falta de diversa
infraestructura, se usaba como
estadio oficial, coso taurino y para
toda actividad protocolar. En ese periodo un conjunto de autoridades ediles, seguramente
la mejor generación de alcaldes y regidores de nuestra historia, se propusieron
a construir en esa pequeña llanura, un parque para que le diera otra fisionomía
a nuestro distrito.
Sin presupuesto, sin recursos,
apenas con los centavos de los ingresos propios, se inició el monumental
trabajo. Ante la carencia de ingenieros y arquitectos, las autoridades se
guiaron por su propia inteligencia y seguramente de la observación de diseños
de las plazas de otras ciudades que visitaron. Para iniciar el proyecto contrataron a un albañil chacasino, don Martín Flores, maestro
talentoso y trabajador, que sin más
ayuda que su propia experiencia avanzó la tarea, aun inventando moldes para el
avance de la esperada obra.
Por los escasos recursos económicos
del gobierno edil, la conclusión de la obra seguramente demoró un par de años.
La promulgación de la Constitución Política del setenta y nueve, permitió que
nuestros antecesores izaran la bandera bicolor
en el mástil anclada en la loza de cemento.
Así con el transcurrir del tiempo, la nueva plazoleta, se convirtió en parte de nuestras vidas, casi
como el patio de nuestras viviendas, fue la leal cómplice de los juegos que
inventábamos cada noche, de nuestras tertulias de adolescentes, de los primeros
amores, de las fiestas carnavalescas, de
los primeros encuentros con Baco y de
tantas travesuras inolvidables.
Todos estuvimos contentos con el
flamante parque, hasta que un buen día arribó una nutrida delegación de nuestra
provincia matriz, Huari (2). Conformaban
este grupo un conjunto de autoridades
importantes, a primera vista felicitaron a las autoridades por el importante
logro, pasearon por el entorno alabando el sacrificado trabajo, no obstante el
Subprefecto Provincial, un individuo alto, colorado e impecablemente vestido,
mirando fijamente a las tortugas exclamo: Oigan amigos, ¿cómo se les ocurre poner tortugas en esta bonita
plaza, siendo San Luis un pueblo pujante y progresista?. Luego solemnemente
sentenció: Las tortugas son el símbolo de la lentitud y la pereza.
Las contradicciones inmediatamente
estallaron. En el pueblo no se habló de otra cosa durante los días y semanas siguientes.
Cómo nos han podido hacer esto. Claro,
el albañil era chacasino, ha dejado como una burla estas tortugas. Por su
puesto, ahora que recuerdo no quiso hacer otra figura. Sí, tienes razón.
Tenemos que cambiar estas denigrantes figuras lo más pronto posible. Pongamos
un fusil apuntando a la olla para resarcir la ofensa (3). Fueron los
comentarios más moderados, las otras opiniones fueron mucho más agudas y subidas de tono. Y así determinaron reemplazar aquellas
simpáticas tortugas por otros seis leones de concreto, para denotar la valentía
y el poder de los nuevos inquilinos de la fuente. Sin embargo los reyes de las
sabanas africanas, terminaron haciendo el mismo trabajo que los otros
animalitos.
La fontana alguna vez fue el mudo testigo del duro
escarmiento que un oficial del ejército
infringió a unos pobres soldados indisciplinados. Estuvieron sumergidos
algunas horas en el agua, después de
haberlos expuesto otras tantas en el sol, bañados de lodo. Esta misma fuente fue también escenario de la
caída aparatosa de un recordado maestro, quien en estado de ebriedad, subido en
sus paredes discurseaba haciendo apología a una huelga magisterial, pero en una
inesperada pérdida de estabilidad se sumergió jocosamente en las aguas
estancadas.
En la actualidad nuestra tradicional
Plaza de Armas, hoy llamada Plaza Mayor, ha sido modificada notablemente en
posteriores gestiones ediles. De arquitectura
más moderna, con mayor vigilancia y protección, sólo conserva de antaño su extensión. Sus
entradas han sido transformadas, ha ganado el cemento a las áreas verdes, la
fontana y la pileta casi han desaparecido. Empero permanece como el espacio
lúdico y de convergencia de niñas, niños
y adolescentes, mientras en las horas
nocturnas, sigue siendo el lugar de interminables paseos y plática, de aquella generación que hace cuatro décadas colmaban con sus juegos y bullicio en aquel
sitio que se quedará por siempre en nuestros corazones.
( 1) El
ocre, en este contexto se designa a un pigmento que se usa para fijar el color
del cemento. Por otro lado se sabe que el ocre es el nombre que se aplica
típicamente a un mineral terroso consistente en óxido de hierro hidratado, que
frecuentemente se presenta mezclado con arcilla, y que suele ser amarillento,
anaranjado o rojizo. «Ocre» es también la denominación del color de los
minerales terrosos amarillentos producto de la oxidación de menas metalíferas donde
no interviene el hierro, como el ocre de antimonio, de bismuto o de níquel. El
ocre se ha utilizado tradicionalmente como pigmento para pintura artística y
para pintura corporal, remontándose su uso a la Prehistoria.
( 2) El
distrito de San Luis, era parte de la provincia de Huari, hasta 1983, fecha de
creación de la provincia San Luis, nombre modificado en 1988 por Carlos Fermín
Fitzcarrald.
( 3) Nuestros
pueblos andinos conservan apelativos, relacionados con alguna conducta, costumbre o actividad
económica de los moradores, por ejemplo a
los sanluisinos, nos llaman tukru fusil,
para señalar que a falta de armas nos valemos de una vara o un bastón, a los vecinos chacasinos
lo llaman, manka carga, denotando el antiguo oficio de sus habitantes en la
elaboración y venta de ollas.
PLAZUELA DE SAN LUIS (1985) |
bonita historia
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