miércoles, 1 de agosto de 2018

SOBRE NUESTRA PLAZA DE ARMAS





HISTORIA DE TORTUGAS Y LEONES

La Plaza de Armas de mi querido pueblo hasta el primer quinquenio del 70 era una bonita explanada. Sin rejas,  jardines y flores, se hallaba  invadida enteramente por una rústica grama que reverdecía en la época de las lluvias y languidecía en el estío.  Estaba resguardada  por una media docena de centenarios fresnos,  de los que hoy quedan solo cuatro, a causa de la insensatez  de alguna autoridad. Además la recordada plazuela la circundaban las  viviendas de los vecinos y algunos  edificios públicos  que empezaron a erigirse como sinónimo de presencia incipiente del estado, el orden y el progreso.

Era el escenario de nuestros juegos infantiles, el lugar de esparcimiento y charla de los vecinos, de las incipientes ferias dominicales,  el concurrido espacio de toda festividad del calendario cívico y religioso.   Pero al mismo tiempo a falta de diversa  infraestructura,  se usaba como estadio oficial,  coso taurino y para toda actividad protocolar. En ese periodo  un conjunto de autoridades ediles, seguramente la mejor generación de alcaldes y regidores de nuestra historia, se propusieron a construir en esa pequeña llanura, un parque para que le diera otra fisionomía a nuestro distrito.

Sin presupuesto, sin recursos, apenas con los centavos de los ingresos propios, se inició el monumental trabajo. Ante la carencia de ingenieros y arquitectos, las autoridades se guiaron por su propia inteligencia y seguramente de la observación de diseños de las plazas de otras ciudades que visitaron. Para iniciar el  proyecto contrataron a un albañil  chacasino, don Martín Flores, maestro talentoso y trabajador,  que sin más ayuda que su propia experiencia avanzó la tarea, aun inventando moldes para el avance de la esperada obra. 

Después de arduos trabajos y esfuerzos colectivos el parque se había concluido. Casi de forma cuadrangular con ocho pasajes interiores que convergían en la única fuente central. Esta no era circular, había tomado la forma de una hoja palminervia,  pintado  solo en  dos colores, los únicos que el ocre (1) nos ofrecía en aquellos tiempos, el rojo y amarillo. Sobre las paredes del depósito de agua, se hallaban seis tortugas expulsando finos chorros de agua bañando el monumento  que se erguía en el medio de la fontana. La pila ornamental tenía unos cinco  metros de altura, con una base cilíndrica y de dos cuerpos. La primera columna, con la forma de una olla andina. La segunda era soporte de un platillo que terminaba en un alfil apuntando verticalmente al infinito. Esta última pieza fue reemplazada después por la figura de un hombre, apoyado sobre un báculo, símbolo y apelativo de nuestra tierra.

Por los escasos recursos económicos del gobierno edil, la conclusión de la obra seguramente demoró un par de años. La promulgación de la Constitución Política del setenta y nueve, permitió que nuestros antecesores izaran la  bandera bicolor en el mástil anclada en la loza de cemento.  Así con el transcurrir del tiempo, la nueva plazoleta,  se convirtió en parte de nuestras vidas, casi como el patio de nuestras viviendas, fue la leal cómplice de los juegos que inventábamos cada noche, de nuestras tertulias de adolescentes, de los primeros amores, de las fiestas carnavalescas,  de los primeros encuentros con Baco  y de tantas  travesuras inolvidables. 

Todos estuvimos contentos con el flamante parque, hasta que un buen día arribó una nutrida delegación de nuestra provincia matriz, Huari (2).  Conformaban este grupo un  conjunto de autoridades importantes, a primera vista felicitaron a las autoridades por el importante logro, pasearon por el entorno alabando el sacrificado trabajo, no obstante el Subprefecto Provincial, un individuo alto, colorado e impecablemente vestido, mirando fijamente a las tortugas exclamo: Oigan amigos,  ¿cómo se les ocurre poner tortugas en esta bonita plaza, siendo San Luis un pueblo pujante y progresista?. Luego solemnemente sentenció: Las tortugas son el símbolo de la lentitud y la pereza.

Las contradicciones inmediatamente estallaron. En el pueblo no se habló de otra cosa durante los días y semanas siguientes. Cómo nos han podido hacer esto.  Claro, el albañil era chacasino, ha dejado como una burla estas tortugas. Por su puesto, ahora que recuerdo no quiso hacer otra figura. Sí, tienes razón. Tenemos que cambiar estas denigrantes figuras lo más pronto posible. Pongamos un fusil apuntando a la olla para resarcir la ofensa (3). Fueron los comentarios más moderados, las otras opiniones fueron mucho más agudas  y subidas de tono.  Y así determinaron reemplazar aquellas simpáticas tortugas por otros seis leones de concreto, para denotar la valentía y el poder de los nuevos inquilinos de la fuente. Sin embargo los reyes de las sabanas africanas, terminaron haciendo el mismo trabajo que los otros animalitos.

La fontana  alguna vez fue el mudo testigo del duro escarmiento que un oficial del ejército  infringió a unos pobres soldados indisciplinados. Estuvieron sumergidos algunas horas en el agua,  después de haberlos expuesto otras tantas en el sol, bañados de lodo.  Esta misma fuente fue también escenario de la caída aparatosa de un recordado maestro, quien en estado de ebriedad, subido en sus paredes discurseaba haciendo apología a una huelga magisterial, pero en una inesperada pérdida de estabilidad se sumergió jocosamente en las aguas estancadas.

En la actualidad nuestra tradicional Plaza de Armas, hoy llamada Plaza Mayor, ha sido modificada notablemente en posteriores gestiones ediles.  De arquitectura más moderna, con mayor vigilancia y protección,  sólo conserva de antaño su extensión. Sus entradas han sido transformadas, ha ganado el cemento a las áreas verdes, la fontana y la pileta casi han desaparecido. Empero permanece como el espacio lúdico y de convergencia de  niñas, niños y adolescentes, mientras  en las horas nocturnas,  sigue siendo  el lugar de interminables paseos  y plática,  de aquella generación que hace cuatro décadas  colmaban con sus juegos y bullicio en aquel sitio que se quedará por siempre en nuestros corazones.


(    1)    El ocre,  en este contexto se designa a un pigmento que se usa para fijar el color del cemento. Por otro lado se sabe que el ocre es el nombre que se aplica típicamente a un mineral terroso consistente en óxido de hierro hidratado, que frecuentemente se presenta mezclado con arcilla, y que suele ser amarillento, anaranjado o rojizo. «Ocre» es también la denominación del color de los minerales terrosos amarillentos producto de la oxidación de menas metalíferas donde no interviene el hierro, como el ocre de antimonio, de bismuto o de níquel. El ocre se ha utilizado tradicionalmente como pigmento para pintura artística y para pintura corporal, remontándose su uso a la Prehistoria.
(   2)    El distrito de San Luis, era parte de la provincia de Huari, hasta 1983, fecha de creación de la provincia San Luis, nombre modificado en 1988 por Carlos Fermín Fitzcarrald. 
(    3)    Nuestros pueblos  andinos  conservan apelativos, relacionados con alguna conducta, costumbre o actividad económica  de los moradores, por ejemplo a los sanluisinos,   nos llaman tukru fusil, para señalar que a falta de armas nos valemos de  una vara o un bastón, a los vecinos chacasinos lo llaman, manka carga, denotando el antiguo oficio de sus habitantes en la elaboración y venta de ollas.

PLAZUELA DE SAN LUIS (1985)

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