LICUANDO: LA POLITICA CON LA RELIGIÓN
Hace algunos
milenios nuestros antepasados los homo sapiens sapiens transitaron de una sociedad sin clases a una estamental. Se fue modelando el estado con sus primeros dirigentes y con ellos las primeras formas de efectiva dominación, es decir, la explotación del hombre por el hombre. Nuestros sabidos ascendientes, como ahora también, inventaron explicaciones para justificar el estado de cosas desigual naciente, claro con mayor torpeza y menor racionalidad, que las que argumentan en la actualidad
aquellos que dirigen y dominan el mundo, para seguir defendiendo el cómodo
status que detentan y quieren conservar.
Los estados
teocráticos fueron una de las primeras formas de ejercicio de poder y gobierno.
Es decir, los hombres gobernaban en nombre de un dios. En otros casos no solo
eso, se sintieron descendientes de un ser supremo, por lo que tenían licencia
para cometer desde los actos más ridículos hasta las más crueles atrocidades.
Tenían divino permiso para esclavizar a otros hombres, usurpar sus territorios,
requisar sus bienes, emprender guerras, cometer genocidios e incalculables actos que de devastaron y siguen depredando la magnifica y perfecta naturaleza. La religión y la
política anduvieron tomados de la mano por largo tiempo, las monarquías
vinculadas íntimamente con las grandes jerarquías de las iglesias justificaban
este injusto dominio, alcanzando argumentos y sostén para su
sobrevivencia.
Esta
situación injusta y desigual permaneció por un exagerado y largo tiempo. En el
devenir de la historia, el pensamiento crítico y reflexivo fue ganando terreno
entre los hombres, para dar paso al nacimiento de las ciencias y la filosofía.
Naturalmente los nuevos conocimientos cuestionaron implacablemente el orden
establecido hasta demostrar su ilegalidad e ilegitimidad. Uno de los grandes acontecimientos fue el renacimiento, mas tarde, la revolución francesa
(1789), que empoderó la defensa universal de los derechos humanos. Fue un golpe certero al matrimonio entre las
realezas y las iglesias.
Más de dos
siglos después de este último hecho histórico fundamental, cuando los derechos civiles siguen en la lucha por su fortalecimiento, la (s) religión (es) quieren empero tomar
protagonismo, pretendiendo absurdamente influir en políticas públicas de
gobierno. La Biblia y el Corán son
excelentes libros, contienen valiosa información geográfica, histórica y
literaria, pero no pueden ser fuente de toma de decisiones de los estados, no nos olvidemos
que fueron escritos hace más de mil años y las sociedades actuales han cambiado
dramáticamente.
Cuando la
religión se asoma interesadamente sobre la política ya es en sí, preocupante,
pero cuando pretende involucrarse, es realmente catastrófica. Basta observar la
situación de países del Asia y África con mayorías musulmanas en donde no se
han deslindado los límites de las creencias y la fe en las políticas de estado o peor aún el fanatismo y violencia de los llamados estados islámicos
que pretenden imponer sus dogmas en sus sociedades. Sus odios y crueldad son
inconmensurables contra aquellos ciudadanos que no comparten sus credos, han
desatado asesinatos feroces y
destrucción masiva, aun de valiosísimos monumentos
arqueológicos cegados por una irracional exacerbación. Definitivamente cuando la
religión se quiere licuar con la política es como si estuviéramos mezclando
fuego con glicerina.
En el Perú, en
América y en el mundo, algo parecido
está pasando. Claro no será con la sevicia de los mahometanos, pero con la misma
exaltación que aquellos promueven. Notablemente algunas religiones y sectas
están participando activamente en la política con la finalidad de capturar y
ocupar el poder. En Estados Unidos el presidente Donal Trump, reconocido
racista, xenófobo, homófobo y ultra nacionalista fue elegido con los votos de
sectores más conservadores, pero principalmente con los de aquellos religiosos agrupados
en diferentes iglesias que se denominan evangélicos (1). Naturalmente, como
ciudadanos, pueden participar en las cuestiones del gobierno, pero no se
comprende como los creyentes que defienden y enarbolan el nombre de Cristo, pueden
apoyar a los sectores políticos que promueven y defienden la inequidad, el odio
y la segregación.
En América Latina,
el evagelicalismo se ha extendido en las últimas décadas a tal punto de
representar fuertes porcentajes de su población (2). Su presencia en la
política cada vez se hace más notable e influyente. En la región ya hay un
presidente evangélico, el guatemalteco Jimmy Morales, en Costa Rica el
pastor evangélico Fabricio Alvarado, aun perdiendo en la segunda vuelta, obtuvo
el 38 por ciento de votos, en Chile el presidente Sebastián Piñera quien tuvo
como asesores a cuatro pastores evangélicos, gracias a los cuales pudo
ganarse el voto de la población más creyente y conservadora. En el Perú, los
evangélicos tienen presencia en los partidos de la derecha conservadora y han
llegado al parlamento, como por ejemplo el Partido Restauración Nacional, liderado por el pastor Humberto Lay. Así se podría citar
diferentes experiencias en otros países en relación a este fenómeno.
Pero merece
mención aparte, la última elección en el gigante de América de Sur: Brasil.
Hace muy poco ha llegado a la presidencia de la Republica un tal Jair
Bolsonaro, una especie de Donald Trump latinoamericano. Este exmilitar ha
ganado las últimas elecciones en segunda vuelta y en forma holgada enarbolando
banderas racistas, homófobas y neoliberales, los artífices del triunfo fueron
en gran medida los evangélicos. En el vecino país del este, “…los legisladores evangélicos
actualmente ocupan 85 de los 513 escaños en la cámara baja del Congreso de
Brasil, lo que significa que la derecha religiosa está definiendo el debate nacional
sobre los derechos de los homosexuales, la igualdad racial, la salud
reproductiva, la educación y otras cuestiones sociales…”. (3)
Seguramente
podremos pensar y creer que no debe llamarnos la atención el crecimiento de los
evangelistas en número y su participación en política. En nuestros países hay
libertades irrestrictas de credo y ejercicio político. No obstante
el pensamiento político evangélico se ha unido férreamente a la más
conservadora y recalcitrante derecha de nuestro país y otras partes del mundo.
Pero lo más grave es que estos cristianos están
”….. resolviendo la desventaja política más importante que los partidos
de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes
que no pertenecen a las élites. Tal como señaló el politólogo Ed Gibson, los
partidos de derecha obtenían su electorado principal entre las clases sociales
altas…” (4). Hoy los conservadores encuentran apoyo y votos en los sectores de
menores recursos económicos.
En el caso
peruano, principalmente en los andes y en la amazonia, la gran masa de
creyentes de estas iglesias como lo hemos señalado pertenecen a niveles
socioeconómicos pobres y educación básica, mientras altas jerarquías pertenecen
a sectores sociales acomodados. Sin embargo estos promueven propagandas contra las
políticas estatales en materia de educación y salud, aun cuando no son usuarios
de esos servicios. Es penoso comprobar que en nombre de Dios, de Cristo y de
los evangelios manipulen, engañen, confundan a nuestros modestos compatriotas para
que defiendan fervientemente este sistema perverso que los perjudica y apoyen a
los todopoderosos para que multipliquen infinitamente sus privilegios y mantengan
por siempre las profundas desigualdades.
( 1) Los evangélicos tiene una historia de más de medio milenio, en este
tiempo se han multiplicado enormemente, en diferentes partes del mundo.
Pertenecen a este movimiento, los luteranos, anglicanos, presbiterianos,
bautistas, metodistas y pentecostales.
( 2) Mediciones serias colocan el porcentaje de cristianos evangélicos en el
Perú entre el 11% (2012) y el 17% (2014), como recientemente ha notado la
socióloga Catalina Romero. Los evangélicos en el Perú. RAÚL ZEGARRA, FILÓSOFO Y
TEÓLOGO El Comercio del 31 de octubre del 2017. Los datos del censo son de
2012, aún no está disponible el de 2017. En él, los chilenos deben declarar su
afiliación religiosa. Preguntados por “cuál es su religión o credo”, un
67,37% por ciento respondía que era católico, un 16,62% evangélico y un 11,58%
no tenía religión alguna. (Religión en libertad. 16 enero del 2018
(3) El aumento de los 'narcotraficantes evangélicos' en Brasil Robert Muggah
27 de noviembre del 2017
( 4) Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina. JAVIER CORRALES 19 de
enero de 2018.
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