PUENTE PUKAYAKU

Cruza el río Yanamayo y es parte del camino inka.

LAGUNA DE PEROLKOCHA

Difícil de llegar pero vale la pena.

PIRUSHTU DE KONDOR

Centinela de San Luis, sobre Roqruwarka

FLOR DE SHAQAPA

Orquidea andina, que crece sobre los 4000 m.s.n.m.

MONOLITO CON LA FIGURA DE JAGUAR

Encontrado en centro poblado de canchabamba.

viernes, 26 de marzo de 2021

TOMANDO POSICIÓN

 

EL DEBER DE SUFRAGAR BIEN

En breves días se desarrollarán las elecciones generales en nuestro país. Tenemos la oportunidad de renovar el ejecutivo y legislativo, instancias  que deciden la calidad de vida de millones de peruanos. Se presenta de nuevo la oportunidad de designar al nuevo  mandatario que gobernará el próximo quinquenio. Pero esta coyuntura es singular, porque se trata de elegir al presidente, responsable de implementar cambios sustanciales, en vista del fracaso estrepitoso de la política neoliberal implantada hace más de tres décadas.

No podemos perder de vista, no debemos dejar de reflexionar la oprobiosa performance de la clase política en esta pandemia. No se trata de culpar el fracaso a un presidente, a un ministro o a un funcionario, la gestión de la enfermedad,  en cualquier caso hubiera sido igual. Se trata de las secuelas naturales de un país que ha crecido sin planificación, orden y visión.  Los doscientos años de gobiernos conservadores, ineptos, corruptos y parasitarios han empujado  al Perú, a  este pueblo sufrido al borde del abismo. La derecha peruana ha  gobernado solo para sus propios intereses y  medros. Lo curioso es que sus fanáticos  áulicos quieren responsabilizar de esa situación caótica a una izquierda que nunca gobernó.

Hoy es imperativo elegir bien. De casi una veintena de candidatos,  mayoritariamente  forman parte de la  derecha peruana con diversos matices, unos más conservadores que otros, pero empecinados en conservar el estado corrupto y desigual que han construido. Participan también tres candidatos de izquierda democrática, que lastimosamente no supieron tender puentes y ofrecer una sola propuesta. Pero la división no es solo patrimonio de la izquierda, solo recordemos como en los últimos años,  han querido despedazar el país, por una parte la derecha autoritaria del fujimorismo y  la tecnocrática de Kuczyinski  y sus herederos.

No podemos dejar de nuevo el gobierno de este país en manos de la vieja y putrefacta derecha. En las últimas tres décadas nos han hecho creer que estábamos en el mejor de los mundos, cuando la pandemia nos ha desnudado despiadadamente. Siete de cada diez peruanos viven de la informalidad,  los servicios de  salud que ya eran malos, colapsaron  en forma estrepitosa, situándonos  como el país con mayor número de muertos en el mundo en proporción a la población. Pero esta cifra es recurrente, en la peste del cólera, el Perú arrojó más muertes en América que cualquier otro país, siendo superado solo por Haití y Bolivia.  De igual forma, la anemia y la desnutrición campean en los niños de las zonas rurales y populares. La educación pública, en la cola del mundo según estándares internacionales y en la estrategia no presencial, ha tocado fondo. Más del diez por cierto de estudiantes no han participado de la educación remota por la falta de conectividad y equipos tecnológicos. Podemos agregar un largo etcétera a esta lista de cifras lamentables, pero resaltemos estas dos de sus lacras,  que en doscientos años no ha podido tampoco disimular  y desterrar, la corrupción y su enfermizo racismo.

El estado  neoliberal, hace pagar al peruano, dueño del recurso, el gas más caro de esta región, la electricidad más dispendiosa, a pesar que producirla no cuesta mucho, porque la generan las  hidráulicas. Los intereses bancarios, estratosféricos. No obstante, las pensiones  miserables para los peruanos que dedicaron décadas de su vida en el trabajo, mientras se enriquecen  las Administradoras de Fondo de Pensiones. El libre mercado, el dios de la derecha,  ha elevado exponencialmente el precio de los bienes inmuebles, negando a las nuevas generaciones el derecho de un espacio propio o  estrangulándoles con inmensas deudas por larguísimos años.

Pero los peruanos seguimos empecinados por mantener el estado de cosas,  los famélicos apoyan a sus hambreadores, los descalzos a los que les sustraen los calzados,  los harapientos a los frívolos  petimetres. Sí, las ovejas protegiendo al lobo. Dijo un historiador, que los peruanos éramos unos conservadores que no tenemos nada que conservar, efectivamente, nuestro pensamiento y conciencia no corresponde a nuestra terrena realidad. Los medios de comunicación de los poderosos  han  logrado un magnífico trabajo, hacernos creer lo que en verdad no somos. Muchos de los conservadores pobres, que carecen de trabajo, sustento diario y satisfacen apenas sus necesidades básicas, pero sueñan con riqueza y poder, aquello que nunca poseerán.  

Por eso compatriotas votemos por el candidato de la  izquierda que tiene la mejor opción de llegar a la segunda vuelta y puede sustentar sólidamente una propuesta de gestión,  para lograr una justa contienda con los conservadores. Reclamemos en forma masiva el derecho de vivir con dignidad.

Otro si digo. Es necesario precisar que el afán de búsqueda de electores,  en un arranque de cínico arribismo el candidato de Acción Popular, se ha corrido hacia la izquierda con promesas que nunca va a cumplir. No nos olvidemos que el referido candidato, invernó en el congreso durante dos décadas, sin preocuparse seriamente de los problemas nacionales, pero  hoy,  pretende ser el abanderado de las demandas populares. Debemos recordar también  que los gobiernos de Fernando Belaunde, en sus dos periodos, fueron mediocres, caracterizados por las crisis económicas, políticas y sociales. Del arquitecto Belaunde debemos guardar solamente un  buen recuerdo, su honestidad y respeto a la ley. Aunque para nuestra clase política ya es bastante.

 



UN AÑO DESPUES

 

TIEMPOS ACIAGOS

Hace un año un virus obligó a la humanidad a replegarse y enclaustrarse por el temor a la enfermedad y a la muerte. Ninguna plaga había azotado al mundo de esta manera, recorriendo cada rincón habitado por la especie humana,  aun los países más adelantados en ciencia, tecnología y servicios básicos  no han enfrentado la enfermedad, sufriendo la gravedad como  aquellos estados pobres que con dificultad persiguen el ansiado desarrollo. Una vez más la naturaleza nos recuerda lo frágiles que somos, nos advierte que debemos respetar los espacios que le ha asignado a otros seres  vivos, nos señala las fronteras que el hombre ya no debe atravesar.

Los acontecimientos del año anterior y del que sigue,  deben ser aleccionadores  para toda la humanidad. No deben pasar al  olvido, las cifras de millones de muertos  y enfermos, la condena a la extrema pobreza a millones de pobres, la indiferencia, ineptitud y tozudez de algunos políticos para la gestión de la peste, la poca atención a los servicios de salud y educación que ha prestado los gobiernos liberales y la falta de trabajo que ha lanzado a las calles a los ciudadanos en plena etapa de contagio.  

Pero el caso peruano es dramático y lamentable por decir lo menos. Ha convergido en esta tragedia un conjunto de adversidades, propias de nuestro subdesarrollo, la precariedad y la falta de previsión. Es una disposición casi natural,  que un factor o un conjunto de causas hacen en nuestro país, las secuelas de una catástrofe de origen natural o social,  se  multipliquen,  ocasionando verdaderos estragos materiales y  en la población más vulnerable. Un terremoto, un huayco, un incendio o un accidente,  reproduce indeterminadamente el daño, por ese conocido motivo que crecimos sin una mínima planificación, porque tratamos de avanzar en medio de la improvisación  y el desgobierno. Las crisis y caos permanente, son parte de ese  país sin cimiento, orden, ni visión.

Los gobiernos y sus funcionarios han manejado de la peor manera  el problema sanitario, obteniendo el mayor número de muertos en el mundo,  si tenemos en cuenta la proporción de la población. Tenemos la caída más dramática de la economía y  una crisis política innecesaria,  desatada en plena emergencia,  qué lástima,  ni siquiera la pandemia logró unir a los peruanos, mostrando al mundo como todavía los intereses de grupo y de clase dominan la política del país. Los acontecimientos de los meses finales del año anterior  en la política y gobierno, deben también servirnos de reflexión, para saber elegir a nuestras autoridades en las distintas instancias de gobierno y principalmente para entender qué tipo de estado quieren construir, consolidar  y al servicio de quienes.

Nuestra democracia y su institucionalidad aún se encuentran en una absoluta precariedad y fragiidad. Hace algunas décadas un intelectual peruano escribía, Perú, retrato de un país adolescente,  setenta años después,  esta inmadurez se sigue prolongando indefinidamente. A pesar de que en la teoría vamos a cumplir doscientos años de vida republicana, apenas en un lustro hemos ungido a cuatro mandatarios, razón suficiente para creer que en política y gobierno,  el país no ha avanzado. Esta coyuntura se parece a ese periodo infausto del primer militarismo, en donde mandaban los enfermizos caudillismos o los intereses de grupos de poder económico. Recordemos solo en la década de 1830,  gobernaron la naciente y caótica república alrededor de diez presidentes de facto. Claro,  con la diferencia que estamos en el siglo XXI y el caos lo están  protagonizando los defensores de la democracia.

La derecha peruana como forma de gobierno ha fracasado estrepitosamente en estos doscientos años de gobierno y control del poder. No ha solucionado problemas básicos como la salud y educación y otros servicios esenciales para la población peruana. Los problemas como el centralismo y la corrupción han agobiado y siguen aniquilando a este sufrido país. El racismo, el clasismo y la exclusión hacia ciertos sectores sociales marginados no han sido superados a la fecha. A puertas del bicentenario, la derecha se puede enorgullecer de un logro?  O puede señalar o mostrar un real avance? A la fecha no existe un proyecto nacional de desarrollo que enrumbe al país incluyendo a todos sus habitantes.

Nuestros partidos políticos lejos de democratizarse y de fortalecerse hacia movimientos sólidos y con presencia nacional,  se han convertido en instituciones desprestigiadas y corruptas. Una de las características de la poca solidez del sistema democrático es el número exagerado de partidos. Si alguna vez existieron partidos con ideologías y doctrinas más o menos definidas, si hasta algunas décadas existían dirigentes  que merecían cierto respeto,  hoy los dirigentes carecen de moral, ideas y propuestas coherentes, sus partidos son organizaciones privadas sin adeptos y bases organizadas que solo aparecen en forma intermitente y oportunista  en coyunturas electorales. Hacen falta  líderes con visión, capacidad y honestidad. Hace un siglo existía una gran polémica desde las izquierdas y la derecha sobre el destino de este país, hoy no existen partidos ni movimientos políticos para ser tomados en serio.

Forma parte de esta etapa penosa historia, una lacra que se niega a desaparecer, el fujimorismo. Indigna confirmar que treinta años viene arrastrándose, levantando mugre, barro y hedor,  confundiendo al poco educado elector peruano, impidiéndonos elegir una propuesta más decente en las segundas vueltas. Gracias a los Fujimori elegimos sin otra opción  a Toledo, a García, a Humala y a Kuscynski. Esta crisis política de los últimos años, sin lugar a dudas es responsabilidad de la jefa del fujimorismo. Muchos de nosotros lamentamos haber envejecido bajo la presencia nauseabunda de esta agrupación corrupta y autoritaria.

Amalaya, que en las  próximas elecciones generales los peruanos no elijamos a quien, se convierta en sirviente de los grupos de poder económico, no apoyemos a aquel que tenga las entrañas corroídas por la corrupción.  Ojalá el pueblo peruano tenga la  mínima sensatez de proclamar a un compatriota honesto y que tenga un verdadero compromiso con los sectores más desposeídos y sufridos del país.

 


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