EL DEBER DE SUFRAGAR
BIEN
En breves
días se desarrollarán las elecciones generales en nuestro país. Tenemos la
oportunidad de renovar el ejecutivo y legislativo, instancias que deciden la calidad de vida de millones de
peruanos. Se presenta de nuevo la oportunidad de designar al nuevo mandatario que gobernará el próximo
quinquenio. Pero esta coyuntura es singular, porque se trata de elegir al
presidente, responsable de implementar cambios sustanciales, en vista del
fracaso estrepitoso de la política neoliberal implantada hace más de tres
décadas.
No podemos
perder de vista, no debemos dejar de reflexionar la oprobiosa performance de la
clase política en esta pandemia. No se trata de culpar el fracaso a un
presidente, a un ministro o a un funcionario, la gestión de la enfermedad, en cualquier caso hubiera sido igual. Se trata
de las secuelas naturales de un país que ha crecido sin planificación, orden y
visión. Los doscientos años de gobiernos
conservadores, ineptos, corruptos y parasitarios han empujado al Perú, a
este pueblo sufrido al borde del abismo. La derecha peruana ha gobernado solo para sus propios intereses
y medros. Lo curioso es que sus
fanáticos áulicos quieren
responsabilizar de esa situación caótica a una izquierda que nunca gobernó.
Hoy es
imperativo elegir bien. De casi una veintena de candidatos, mayoritariamente forman parte de la derecha peruana con diversos matices, unos
más conservadores que otros, pero empecinados en conservar el estado corrupto y
desigual que han construido. Participan también tres candidatos de izquierda
democrática, que lastimosamente no supieron tender puentes y ofrecer una sola
propuesta. Pero la división no es solo patrimonio de la izquierda, solo
recordemos como en los últimos años, han
querido despedazar el país, por una parte la derecha autoritaria del
fujimorismo y la tecnocrática de
Kuczyinski y sus herederos.
No podemos
dejar de nuevo el gobierno de este país en manos de la vieja y putrefacta
derecha. En las últimas tres décadas nos han hecho creer que estábamos en el
mejor de los mundos, cuando la pandemia nos ha desnudado despiadadamente. Siete
de cada diez peruanos viven de la informalidad,
los servicios de salud que ya
eran malos, colapsaron en forma
estrepitosa, situándonos como el país
con mayor número de muertos en el mundo en proporción a la población. Pero esta
cifra es recurrente, en la peste del cólera, el Perú arrojó más muertes en
América que cualquier otro país, siendo superado solo por Haití y Bolivia. De igual forma, la anemia y la desnutrición
campean en los niños de las zonas rurales y populares. La educación pública, en
la cola del mundo según estándares internacionales y en la estrategia no
presencial, ha tocado fondo. Más del diez por cierto de estudiantes no han participado
de la educación remota por la falta de conectividad y equipos tecnológicos. Podemos
agregar un largo etcétera a esta lista de cifras lamentables, pero resaltemos
estas dos de sus lacras, que en
doscientos años no ha podido tampoco disimular
y desterrar, la corrupción y su enfermizo racismo.
El
estado neoliberal, hace pagar al
peruano, dueño del recurso, el gas más caro de esta región, la electricidad más
dispendiosa, a pesar que producirla no cuesta mucho, porque la generan las hidráulicas. Los intereses bancarios,
estratosféricos. No obstante, las pensiones
miserables para los peruanos que dedicaron décadas de su vida en el
trabajo, mientras se enriquecen las
Administradoras de Fondo de Pensiones. El libre mercado, el dios de la
derecha, ha elevado exponencialmente el
precio de los bienes inmuebles, negando a las nuevas generaciones el derecho de
un espacio propio o estrangulándoles con
inmensas deudas por larguísimos años.
Pero los
peruanos seguimos empecinados por mantener el estado de cosas, los famélicos apoyan a sus hambreadores, los
descalzos a los que les sustraen los calzados,
los harapientos a los frívolos petimetres. Sí, las ovejas protegiendo al
lobo. Dijo un historiador, que los peruanos éramos unos conservadores que no
tenemos nada que conservar, efectivamente, nuestro pensamiento y conciencia no
corresponde a nuestra terrena realidad. Los medios de comunicación de los
poderosos han logrado un magnífico trabajo, hacernos creer
lo que en verdad no somos. Muchos de los conservadores pobres, que carecen de
trabajo, sustento diario y satisfacen apenas sus necesidades básicas, pero
sueñan con riqueza y poder, aquello que nunca poseerán.
Por eso
compatriotas votemos por el candidato de la izquierda que tiene la mejor opción de llegar
a la segunda vuelta y puede sustentar sólidamente una propuesta de gestión, para lograr una justa contienda con los
conservadores. Reclamemos en forma masiva el derecho de vivir con dignidad.
Otro si digo. Es necesario precisar que
el afán de búsqueda de electores, en un
arranque de cínico arribismo el candidato de Acción Popular, se ha corrido
hacia la izquierda con promesas que nunca va a cumplir. No nos olvidemos que el
referido candidato, invernó en el congreso durante dos décadas, sin preocuparse
seriamente de los problemas nacionales, pero
hoy, pretende ser el abanderado
de las demandas populares. Debemos recordar también que los gobiernos de Fernando Belaunde, en sus
dos periodos, fueron mediocres, caracterizados por las crisis económicas, políticas
y sociales. Del arquitecto Belaunde debemos guardar solamente un buen recuerdo, su honestidad y respeto a la
ley. Aunque para nuestra clase política ya es bastante.
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