CANDIDATOS Y "CANDIDAZOS"
Alguna vez,
cuando la política no la habían convertido todavía, en una aventura para
ineptos, en un negocio para rufianes, en
una entrada segura a la corrupción, participamos en las contiendas
electorales de mi tierra. Por su puesto
que no ganamos, por un tener un mensaje claro y veraz, por no haber propiciado
clientelismo y no haber hipotecado el municipio a los financiadores de campañas electorales. Muchos años después
de apartarme de esta noble actividad humana, hoy convertida en un antro de
oportunistas, mafiosos, incapaces y ladrones, queda una reflexión, si vale la
pena insistir e involucrarse en la gestión pública, mediante esta estrategia de
participación ciudadana.
Las
elecciones generales que acaban de terminar en su primera etapa, nos ilustran
la falta de sensatez e intuición del elector peruano. Hemos elegido a los extremos por no apostar a los centros. Por
una derecha autoritaria a todas luces
corrupta y por una izquierda anónima y advenediza. La segunda vuelta, seguramente
confirmará nuestra incompetencia para
elegir bien.
En las instancias regionales y locales, este
importante mecanismo de alternancia en el gobierno, es aún más informal y folclórico.
El caso de Ancash es patético. Los gobernadores
regionales, al igual que los de presidentes de la república, se encuentran presos, perseguidos o
involucrados en serios escándalos de corrupción. Los nombres de alcaldes y
regidores de distritos y provincias, ocupan grandes espacios en los archivos
del Ministerio Publico y Juzgados, decuplicando la carga procesal.
Mientras en
los distritos y provincias pequeñas el aspirante a autoridad municipal,
acostumbra invertir con algunos años de anticipación. Muchos de estos candidatos sin ninguna
formación académica y/o profesional se
aventuran a dirigir un pueblo, una comunidad, cuando ni siquiera cumplen a
cabalidad con su familia o su trabajo. Sus campañas políticas son realmente
onerosas, cuando visiblemente carecen de recursos para su propia subsistencia. Naturalmente
cuando llegan a gobernar, con dinero y
poder, se transforman, como si hubieran alcanzado ese mérito por su
conocimiento, esfuerzo o virtud
personal. Sus adherentes, otra turba de
necesitados, están esperando una
oportunidad para saquear las arcas fiscales.
La gestión
como autoridades ediles o regionales son de esperar. Sin visión, criterio y
racionalidad. Marcada por la mayor incompetencia. Rodeados de asesores y
funcionarios que intentan salvar la mediocridad, pero a costa de las finanzas del estado. Solo la
siembra del cemento y el ladrillo es su quehacer habitual, expresados en
obras duplicadas y triplicadas en su costo real. Las obras son destinadas para los amigos, cómplices
y parientes a través de testaferros. Han perdido el miedo al castigo penal y
moral, desafían involucrarse en procesos y penas por las diferentes faltas y
delitos, porque saben que muchas terminan en el despacho de un corrupto fiscal
o juez y, en el peor de los casos, purgan unos años de condena, luego disfrutan
el dinero robado en la posterior libertad.
El caso de
los consejeros de los gobiernos regionales es muy parecido. Invierten en las
campañas junto con el candidato a alcalde. Conoce muy bien el origen turbio e
ilegal de los gastos de la campaña. Es un buen cómplice, por lo que nunca
fiscalizará a su socio en el mayor caso de corrupción, al contrario será un coautor
del delito, un socio o encubridor. En el ejercicio de la consejería regional,
el problema se agudiza. De nuevo entra en tela de juicio su responsabilidad principal, la fiscalización. Un consejero honesto y
correcto que verifique la limpieza de los actos del gobierno regional está condenado a ser excluido de la
lista de beneficiaros para invertir de
su provincia que representa. Se queda en el dilema de apoyar a los funcionarios regionales en sus
decisiones aun erradas o privarse de llevar alguna obra al pueblo que lo
eligió. Por eso muchos de ellos eligen la primera opción.
De ahí que participar en política en cualquier instancia de gobierno es poco probable para un ciudadano honesto y sensato.
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