A PROPÓSITO DE HUAYCOS, CORRUPCIÓN Y CLASE POLÍTICA.
Las declaraciones del presidente
ecuatoriano Rafael Correa, sobre las políticas y cultura de prevención nos
hacer recordar que tenemos una de las peores clases políticas de América Latina.
Corrupta, cortoplacista, parasitaria y antipatriótica. Los recientes
acontecimientos y nuestra historia republicana nos recuerdan que este sufrido
país, ha sido siempre presa de la corrupción, la voracidad de la clase política y
de la ferocidad de los fenómenos naturales. Una ha contribuido decididamente
para que los efectos de la otra sean realmente catastróficas. Pero como siempre
los que padecen esta falta de visión, de la carencia de honestidad, son siempre
los más necesitados, los excluidos, pero que aun sin querer, siguen empujando los
vagones a falta de una locomotora que arrastre el país hacia el progreso.
Estas desventuras, una humana y
otra natural, acompañan a los peruanos de manera recurrente. La corrupción no
ha dejado de azotar el país desde los tiempos aurorales de la república (1) y
los desastres naturales son parte de esta escabrosa geografía, que nos castiga
desde tiempos inmemoriales. Pero este
país, nuestro amado Perú, es realmente un territorio malévolo y hostil o es por
el contrario un espacio benéfico y acogedor?
Los más optimistas señalan que el
Perú es un país maravilloso, con una historia milenaria e ingentes recursos
naturales. Posee regionales longitudinales y altitudinales que muy pocas
naciones ostentan. Tiene casi todos los climas del mundo, en donde se puede
cultivar diversos productos y sin excepción. A esto se agrega sus diversas virtudes como su
gastronomía, sus hermosos paisajes, su música, su variedad idiomática, su
acendrada fe, el emprendimiento y habilidad de su gente, etc. Señalaba un
viajero italiano en el siglo XIX, con cierta exageración, que el Perú era un
mendigo sentado en un banco de oro.
Mientras los pesimistas afirman que
el Perú no es una perfección como se cree. Nuestra angosta costa es regada solo
por medio centenar de ríos, poco caudalosos, que bajan de las serranías pero no
satisfacen las demandas hídricas del desierto costeño y su mayoritaria
población nacional. Los andes serranos, pese a que en sus entrañas albergan
grandes recursos mineros y han
solventado tantas veces fallidos crecimientos económicos, por un lado, han servido de barrera separando la costa de
la selva, dificultando la consolidación del estado, y por otro lado, su explotación ha causado
inmensa contaminación, cuyos daños son irreparables como en la sierra central por
ejemplo. Mientras en nuestra selva, la mayor parte de este territorio es inundable.
Hasta hoy se solo se aprovecha de manera ineficiente e irracional los recursos
forestales que alberga. Lastimosamente los ríos más grandes discurren hacia la
amazonia, espacio en donde no hace falta tanta agua, por eso con pesimismo
afirman: Dios hizo al mundo, pero deshizo al Perú. (2)
Si buscamos el justo medio y nos
comparamos con otros países, como en todo paralelo encontraremos virtudes y
defectos, ventajas y desventajas, debilidades y fortalezas, amenazas y
oportunidades. En realidad, el Perú como
cualquier país o espacio geográfico está expuesto a distintos fenómenos de
carácter telúrico, sin embargo podemos afirmar con cierta seguridad que se
encuentra con mayores ventajas y ciertos privilegios, incluso que aquellos
países que se encuentran con mejores índices de desarrollo. Dicen los
entendidos que el territorio en sí, no es determinante, ni sus recursos, ni su
ubicación y sus gentes. La diferencia la
hacen en gran medida sus líderes, sus dirigentes, sus políticos, su clase
política (3). Un país avanza hacia el
desarrollo en la medida que sus gobernantes tengan visión, tomen las decisiones
más adecuadas para el despegue, se despercudan de prejuicios para unir férreamente
a sus habitantes y antepongan los intereses nacionales a sus apetitos
personales o de grupo. Chile, nuestro vecino del sur, constituye un buen
referente a tener en cuenta.
En nuestro país la clase política
ha sido y sigue siendo incapaz, mediocre y corrupta. Nunca tuvieron un
verdadero compromiso y amor para hacer de este territorio un gran estado como
lo fue en el pasado. Hoy nos lamentamos de errores que consuetudinariamente
hemos cometido y seguimos perpetrando. Los
errores y miserias de los gobernantes y las arremetidas de la naturaleza
no nos han servido de lección ni escarmiento. Solo en estos suelos se puede
observar con asombro, que un puente centenario puede resistir mejor el embate
de la naturaleza, que un puente construido con la más alta tecnología.
La tragedia de este verano en las
principales ciudades de la costa peruana obedece a un conjunto de factores que
la clase política no fue capaz de resolver. No existen mayores culpables que
aquellos que gobernaron sin la menor previsión durante el último siglo, como también
son responsables los sucesores que no fueron capaces de reorientar, enderezar
las decisiones insensatas y tomar decisiones de acuerdo a las demandas
demográficas. Lima en la actualidad es un monstruo ingobernable. La sobrepoblación, la carencia del agua, la
inseguridad, la contaminación, la congestión vehicular, son problemas que están
ahogando a esta inviable ciudad. Claro, y los responsables bien tranquilos,
casi cómodos, porque las secuelas de los desastres no les afectan.
En esta línea de reflexión, las
migraciones que se dispararon a partir de la segunda mitad del siglo pasado,
produjeron verdaderos invasiones humanas hacia las ciudades costeñas. La búsqueda
de oportunidades y la mejora de las condiciones de vida, obligaron a abandonar
los lugares de origen a humildes campesinos y compatriotas sumidos en la
pobreza y el analfabetismo. Como en la
actualidad, los elevados precios de terrenos y viviendas y la carencia de una política de desarrollo
urbano, obligaron a los provincianos a instalarse precariamente en desiertos,
arenales, cauces de ríos, acantilados y escarpadas colinas, que luego los
mismos políticos legitimaron y legalizaron con sendos documentos, ratificando su conformidad.
Hoy nos lamentamos de las
consecuencias de la falta de previsión, pero aún faltan por llegar otros
mayores desastres. Los numerosos edificios, levantados en el boom de la
construcción, que hoy lucen y han invadido la ciudad, ojalá no colapsen por su
gran dimensión, por carecer de estándares mínimos y haber sido construidos en
terrenos inapropiados. Pero otra vez, en presencia, complacencia y autorización
de aquellas autoridades que luego van a acudir con sus rostros compungidos pero
cínicos, a socorrer a aquellos ciudadanos que con su irresponsabilidad van a
terminar de convertirlos en víctimas.
(
( 1) Ver Historia de la Corrupción en el Perú. Alfonso Quiroz. 2013
2) Ver
Geografía Económica del Perú. Emilio Romero. 1960
( 3) Ver
“Por qué fracasan los países. Los orígenes de la prosperidad y la pobreza” D. Acemoglu
y J. Robinson. 2014.
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