LAS LECCIONES QUE NOS VA DEJANDO LA PANDEMIA
El politólogo norteamericano de
origen japonés Francis Fukuyama, publicó en 1992 el texto “El fin de la
historia y el último hombre”, cuando el neoliberalismo se fortalecía América Latina
y en el mundo y se implementaba ferozmente
en nuestro país. En el libro señalado, en líneas generales afirma que la lucha
de las ideologías había terminado y que la democracia liberal se había impuesto
en la humanidad. Es decir la democracia como sistema de gobierno del capitalismo no tendría competencia por
ningún otro sistema político.
Sin embargo el capitalismo en su
esencia económica padece sus propias contradicciones y crisis inevitables y recurrentes. Por ejemplo la
gran depresión del año 1929, condenó a
los países ricos y a todo el mundo a notables penurias económicas y de algún modo crió ideologías totalitarias que devastaron la tierra una
década después en una guerra mundial fratricida. También debemos recordar otra
importante crisis que se produjo en el año del 2008, cuya repercusión en países
de la periferia fue salvada por ingentes cantidades de dinero provenientes de
las arcas públicas. Claro que esto no reconoce claramente Fukuyama, quien se limita a narrar y enaltecer
las virtudes de este decadente sistema.
La democracia representiva, hija
del capitalismo, aun con todas sus deficiencias hasta hoy, seguramente es el
régimen político más racional de la historia humana. El sistema de libertades,
la división de poderes, la alternancia
de gobernos, etc. Hacen que sea más
aceptada y valorada en todo el mundo.
Pero las bases económicas del capital la socavan diariamente, el
desbocado individualismo, la infinita ambición, el poco respeto por el ambiente
y la inmensa desigualdad entre los hombres, están logrando que un gran ejercito
de ciudadanos del planeta no encuentren
realmente sus beneficios y opten por otras ideologías cuyas propuestas sean más
justas y equitativas.
En esta coyuntura, la presencia
de la pandemia de corona virus 19, ha desvestido al omnipotente sistema
capitalista. Ha mostrado al mundo sus más grandes miserias. Un virus ha
derrotado al llamado primer mundo, a su ciencia y tecnología y a su voceada
modernidad. La reacción de sus líderes y de sus truhanes gobernantes no podía
ser otra. Primero la economía, el hombre después. Les ha importado muy poco la
muerte de algunos cientos de miles de personas que posteriormente solo serán cifras. Hace
algunos meses en una reunión importante de una institución decisora en la economía mundial habían dicho: “ ….. Los
ancianos viven demasiado y eso es un riesgo
para la economía global, tenemos que hacer algo, y ya ! …….”
El virus los tuvo en cuenta, el trabajo lo está haciendo muy bien.
El Consenso de Washignton, ordenó al mundo la reducción del aparato
estatal y la del gasto fiscal. Los estados liberales fieles a esta ordenanza se
olvidaron de invertir en la educación y la salud, las carteras dramáticamente
afectados en este contexto. Por eso no aumentaron el gasto del producto bruto
interno, ni se interesaron verdaderamente en estos sectores. Al arribo del
virus la respuesta fue dramática, los hospitales colapsados, los
enfermos en los pasadizos, la carencia de medicamentes y equipos, los cadáveres
en las calles esperando ser recogidos e inhumados con dignidad. Los países
referentes del desarrollo mostraron su
poca proactividad para denotar
ineficiencias propias de los países del hemisferio sur.
Contradictoriamente ese
vilipendiado estado hoy está acudiendo con ayuda económica a las empresas
privadas, que ni siquiera las requieren,
mientras las micro, pequeñas y medianas empresas claman por ese apoyo para subsistir.
En el caso nuestro, la situación no es menos grave. Las
estrategias tomadas por el presidente Vizcarra han fracasado
estrepitosamente. El Perú es uno de los
países en el mundo, con mayor contagio
de la pandemia. ¿Algún ingenuo pudo creer que nuestro sistema de salud iba a
tener mejor performance que otros países desarrollados o del país más poderoso
de la tierra? Los áulicos del conservadurismo peruano, siguen responsabilizando
a Martin Vizcarra, cuando nuestras taras se remontan a décadas, o quizás a
siglos de vivir de espaldas al país y sus verdaderas demandas. Seguramente
desde sus cómodos estilos de vida, se olvidaron que en este sufrido territorio
apenas un tercio de la población vive de la formalidad, o tienen que laborar
cada día para llevar lo indispensable a su familia.
Llevamos la carga pesada de ser
excelentes y obedientes discípulos del Consenso de Washington. El estado neoliberal a ultranza inaugurado
por Fujimori y fortalecido por sus seguidores, ha creado este caos, haciéndonos
creer que estábamos en el mejor de los mundos. La salud ya era precaria antes
de la pandemia por la poca inversión en este importante y vital rubro. En el
sector educación, igualmente estamos sufriendo agudas limitaciones en la
implementación de la educación remota,
en un estado en donde no se dotó de infraestructura tecnológica a las
instituciones educativas públicas, como
tampoco las tecnologías de la información y comunicación no se han desplegado
en las áreas rurales, marginales principalmente.
Entre otras lecciones en esta
coyuntura, también observamos la voracidad de los monopolios en sectores
estratégicos, la deshumanización de las empresas privadas de salud, el alza de precios de medicinas básicas en
forma estratosférica, el acaparamiento, la especulación de diversos insumos
fundamentales que podrían facilitar el tratamiento de la enfermedad, etc. Todas estas atrocidades justificadas por la ley del estado liberal y la economía
de libre mercado.
Pero como siempre hemos
manifestado las catástrofes de origen
natural y antropogénico castigarán a los pobladores de menores recursos, a los
más vulnerables. Pero esta vez se ensaña
además, con un grupo etáreo indefenso,
que seguramente ya no contribuye con su fuerza de trabajo y es considerada como
una carga para el estado liberal. Que
lejos estamos de aquellas culturas de la antigüedad en donde los viejos representaban
la experiencia y la sabiduría, pero los necios e insensatos seres humanos modernos
no entienden todavía la brevedad de la
vida, el poco valor de lo material, la
fugacidad de la juventud, la cercanía
de ese puerto al que nadie quiere arribar,
la senectud.
En esta lógica de reflexión, en las
instancias de gobiernos regional y local, la gravedad del problema se replica.
En el caso nuestro, en Ancash, los servicios de atención sanitaria igualmente
han colapsado y el incremento del contagio es alarmante. Están partiendo al más
allá personalidades de gran valía, que seguramente nos harán falta y muy pronto
los echaremos de menos. No obstante nuestra región gozó de ingentes recursos
financieros durante largos años, pero no se construyó una sola obra de
trascendencia en la capital de la región. Un gobernador regional, desubicado para la gestión, edificó un
estadio en vez de un nosocomio con el dinero del canon minero, hoy esa
infraestructura curiosamente sirve
de un precario hospital.
No hay duda que los peruanos y
los ancashinos no sabemos elegir a nuestras autoridades. Desde la apertura
democrática en la década del ochenta del siglo pasado, hemos encargado los destinos del país y de la
región a un conjunto de gobernantes incapaces, serviles y corruptos. Secuela de
las gestiones ineficientes e ineficaces, van entregando su vida en este sacrificio,
valiosos médicos y personal de salud, numerosos policías y miles de
compatriotas, que seguramente todavía
tenían mucho de ofrecer a su familia y al país.
Hace algunos siglos un soñador y
mártir escribía “las ovejas devoraron a los hombres” para denotar que en un
lejano país europeo las tierras de cultivo fueron reemplazados por los
pastizales para la crianza de ovejas, todo a raíz de la urgente demanda de
textiles. Los hombres pasaron penurias por la falta de alimentos, todo por el
desenfreno de un sistema naciente y voraz. Ojala hoy no digamos que los jóvenes
se comieron a los viejos, por la frialdad, egoísmo e indiferencia que están mostrando estos como población
indemne ante la peste. No quiero pensar
e imaginar en aquella humanidad gobernada por los hijos y habitada por los herederos
que ha criado la juventud actual.
Que susto Fredy, me he quedado anonadada con este tema, aunque tenga tanta verdad que lástima mi sensibilidad, aunque como siempre deseosa de leerte y esperando la próxima...
ResponderEliminarUna verdad que pareciera que nos va sepultar, sin que podamos hacer nada para evitarlo, y peor aún que la gente no entienda que quizás no volveremos abrazarnos; ya que no hay respeto ni para su familia y menos la abrà para gente que no conoce, dónde estará la solidaridad,el amor a todo lo demás. La gente solamente trabaja para sus bolsillos sucios, y no les importa los demás. Cada día estamos más deshumanizado.
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