martes, 13 de junio de 2017



                           

                
                                     QURI KIRU*


                                 Petroglifo de un extraño ser alado (Yunguilla-Pontó-Huari)                                                                                                    
Vivían en un pequeño y apacible pueblo una viuda y su única hija. La joven se hallaba en la plenitud de la vida, casadera, hermosa, envidiada y deseada por todos los varones de la comarca.  Los jóvenes se hallaban locos por desposarla, los adultos ávidos por acariciar su larga cabellera, los ancianos con el anhelo de apreciar una sola de su cautivante sonrisa.  Empero todos los pretendientes eran rechazados, jóvenes y viejos, ricos y pobres, propios y extraños. La cuota era demasiada alta establecida por la ambiciosa madre, el futuro yerno debía ser rico, agraciado y sobretodo debía poseer toda la dentadura de oro. La pobre muchacha estaba convencida de su soltería, por las complejas y raras exigencias de su progenitora.  

Mientras pasaba el tiempo, visitó el poblado un joven desconocido. Simpático, educado y al parecer de una holgada posición económica. A estas virtudes se agregaba una inusual característica: Tenía una sonrisa reluciente, dorada, porque sus dientes estaban hechos del mejor oro que los hombres podían haber labrado. El forastero se estableció en el lugar, haciendo amistad con la gente más importante de la localidad, por ellos se enteró de la existencia de una hermosa joven en edad de contraer nupcias y de las pretensiones de la madre.   No solo brillaron los ojos del recién llegado por la noticia, como anillo al dedo, pensó feliz.   No tardó en conquistar a la dama, con el apoyo cómplice de la futura suegra, a quien la colmaba de costosos regalos.  

El alcalde del pueblo celebró la unión. Las bodas se realizaron con gran pompa, jamás se había observado en la comarca unas nupcias tan costosas, se habló sólo de este matrimonio durante semanas y aun había trascendido en otras localidades aledañas. Los primeros días fueron felices y plenos para la nueva familia, pero el flamante esposo era hombre muy extraño, sí, muy raro. Tenía aversión al sacerdote, repudiaba a los santos, a los crucifijos, a la iglesia y a todo lo vinculado con la religión. Por esa desconocida razón se había negado a casarse por la iglesia. Durante el tiempo de su permanencia, nunca se había asomado al templo. 

Pasado algún tiempo la conducta del flamante esposo se hizo aún más anómala. Se ausentaba por largas horas en las noches, regresaba al filo de la aurora, justificando jugar rocambor con las amistades del lugar. Pero la esposa sabía que los lugareños no solían pasar largas horas en los juegos de azar. La suegra, entonces empezó a sospechar del controversial yerno, con qué tipo de persona había casado a su única hija? No la estaba castigando Dios sus desmedida exigencia y vanidad? Muchas interrogantes rondaban el pensamiento de la viuda, carcomiendo su tranquilidad y descanso. No obstante callaba y deseaba despejar algunas dudas que se habían afincado en su cerebro.  

Una mañana muy temprano, entró la hija llorosa y perturbada a la habitación materna. Madre estoy muy asustada dijo, mi esposo parece un demonio, se ha pasado la noche, caminando las verticales paredes y aun caminando sobre la bóveda de mi aposento. Hacía cosas tan anómalas que solo algún ser maligno lo puede hacer. Se hace pequeño, grande, aparece y desaparece. Se mueve por toda el dormitorio con una increíble agilidad.  Quién es este hombre con quién me he unido?

Querida hija, yo te metí al problema y yo lo resolveré.  Quiero que me perdones por mi absurda pretensión, sólo tienes que cumplir exactamente lo que te digo. Respondió acongojada, pero resuelta la mujer.

El plan se puso en marcha. Se requería solo de una botella grande y un corcho remojado en agua bendita. Faltaba la celada, para aprisionar al errado esposo. Una noche, como de costumbre mientras hacía de saltimbanqui, la esposa le retó: Te aseguro que no te encoges y te introduces en esta botella. El hombre, que parecía más demonio que ser humano, hizo gala de sus habilidades metiéndose rápidamente en el recipiente, mientras la mujer presurosa selló el recipiente con el tapón aprisionándolo. Inmediatamente la suegra ingresó a la habitación y se apropió del frasco agitándola con violencia y gritando:

Maldito demonio, ya no vas a asustar a la gente, te voy a enterrar en un lugar de donde nunca vas a salir. Me has engañado y has hecho victima a mi pobre hija.

Efectivamente enterraron al íncubo en un lugar solitario en donde nunca le escucharían y hallarían. Pero satanás sabía que algún incauto pasaría por ahí, sólo se trataba de esperar con mucha paciencia.

En efecto, una noche caminaba zigzagueante cerca del lugar, un campesino beodo.  No se sabe si satán logró desviarlo o estaba tan ebrio que perdió el rumbo y luego trastabillando cayó de bruces sobre la rara sepultura. Cuando el alcohol empezó a abandonarlo, escuchó reiteradamente unas lastimeras súplicas. Hermano sácame de aquí, te convertiré en el hombre más rico de la comarca. El pobre hombre en vez de correr asustado, animado por el licor se quedó pensando en la propuesta. Y si fuera cierto? A ver, quién eres tú?  El ser maligno le narró la historia de una cruel suegra que había causado el encierro y su posterior sufrimiento.

Víctima del engaño y después de un arduo trabajo, el ebrio sólo exhumó una botella aparentemente vacía. Enojado la arrojó al suelo en donde se hizo añicos. Sin embargo de ese aparente sosiego surgió un engendro, un ser raro con aspecto de hombre y de animal, irritadísimo, amenazando con darle la muerte. El pobre hombre ya ecuánime por el susto, tembloroso, más muerto que vivo pedía clemencia en voz alta, pensando que algún cristiano lo escucharía.  Pero el camino rural estaba distante y aún más el pueblo cercano.  De pronto por alguna inspiración divina mintió:

Ahí viene tu suegra, a enterrarte de nuevo. El demonio ni siquiera tuvo el valor de girar la cabeza para mirar a la suegra, desapareció instantáneamente con un fuerte estallido y dejando un polvo oscuro y maloliente. El amigo de nuestra historia, no corrió, voló en busca de un lugar seguro, prometiéndose no volver a tomar ni a transitar lugares desolados durante la noche.

Cuentan los abuelos que hasta los espíritus malignos les temen a las suegras, de ahí probablemente provenga el adagio popular, cuando la suegra viene, hasta el diablo huye.


* QURI KIRU, significa diente de oro, se lee gori kiru. (versión recogida en San Luis, Fitzcarrald, Ancash)


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